Adivinanzas,Varios...



ADIVINANZAS

Blanco por dentro,
verde por fuera,
si quieres que te lo diga,
espera. 


La pera

Oro parece,
pata no es
y el que no lo adivine,
bien tonto es.

El plátano

En el cielo un agujero
por el que se cuelan
los sueños.


La luna

En el cielo un agujero
que si lo miro 
no lo veo.


El sol

En alto vive,
en alto mora,
en alto teje,
la tejedora.


La araña

Con las herramientas
que llevo al costado,
trabajo y escribo,
me peino y me lavo.



La mano

Una señorita,
muy aseñorada,
siempre va en coche
y siempre va mojada.

La lengua

Qué animal es el que
tiene rabo como un gato,
tiene orejas como un gato,
tiene bigotes como un gato,
tiene ojos como un gato,
y no es un gato.


La gata

Pequeña como un ratón,
guarda la casa como un león.


La llave

Lo siento pero no lo veo,
y aunque de él me rodeo
yo no lo veo,
lo siento.


El viento

ADIVINA LETRAS

Soy un palito muy derechito
y encima de la frente,
tengo un mosquito.


La I

En el mar y no me mojo,
en brasa y no me abraso,
en el aire y no me caigo,
y me tienes en tus brazos


La A

Dedos tiene dos,
piernas y brazos, no.


La D

En el medio del cielo estoy
sin ser lucero ni estrella,
sin ser sol ni luna bella;
a ver si aciertas quien soy.


La E


El burro me lleva a cuestas,
voy metida en un baúl,
yo no la tengo jamas,
y siempre la tienes tú.


La U

Bajo de un paraguas
sin varillero
van las dos patas
del mes de enero


La N

Generosa gracias
a ti existe,
y en garganta
dos veces insiste.

La G

Hermanas gemelas son,
y nunca las veras con el sol.


la LL

Vence al tigre, vence al león,
vence al toro embravecido,
vence a soñadores y reyes,
que a sus pies caen redondos.


El sueño

Lo guardas en el frigorífico.
Pero ni es fruta ni refresco.
Cuando está, es magnífico
quedarse a cubierto.
Cuando lo sientes, te abrigas.
Hace mucho en enero.
A veces te resfría.
A veces viaja en el viento.
La nieve es su amiga.
Y convierte el agua en hielo.
En verano se te olvida
y lo recuerdas en invierno.
Ahora, adivina:
¿quién es este fresco?

El frío 

Ojo al poema.
Pon atención,
que ya te he dicho la solución,
Los hay negros y verdes.
No necesitan pilas.
Perros y gatos tienen,
y también las gallinas,
los hombres y las mujeres,
y hasta las hormigas.
dos rayas cuando duermen.
dos joyas cuando miran.
Los tuyos ahora leen.
¿A que lo adivinas?

Los ojos


Soy ave hasta la mitad.
Llana de mitad abajo.
Soy redondita y marrón
y no tengo un solo gajo.

Avellana

Cosida ésta en la ropa;
tiene dientes, pero no boca;
corre sin tener pies.
Adivina lo que es.

Cremallera


Tiene lomo y no anda.
Tiene hojas y no es planta.
Sabe mucho y no habla.
¿Qué es?


Libro

Una vieja con un diente
que está llamando a toda la gente.


Campana


Somos dos lindos gemelos
del mismo modo vestidos,
morimos todas las noches
y por el día vivimos.


Los ojos


Salimos cuando anochece,
nos vamos al cantar el gallo,
y hay quien dice que nos ve
cuando les pisan un callo.




Las estrellas



Doy calorcito,
soy muy redondo,
salgo tempranito,
y por la tarde me escondo.

El sol

¿Qué cosa es
que silba sin boca,
corre sin pies,
te pega en la cara
y tú no la ves?

El viento

Tengo la boca encendida,
echa llamas mi garganta,
mi nariz está muy negra,
 conmigo el frío se espanta.
 ¿ Qué soy?

La chimenea

A pesar de tener patas
yo no me puedo mover;
llevo encima la comida
y no puedo comer.
¿Qué es?

La mesa

Mi ama baila conmigo,
 limpiando la casa;
mi cuerpo es largo y estrecho,
 tengo la cola muy ancha.

Escoba

Doce señoritas, sentadas
en un redondel,
todas tienen medias
y ninguna tiene pies.
¿Qué es?

Reloj

Adivina, adivinanza. ¿Qué animal es?
Salgo al campo por la noche;
mi forma es la de un gusano,
y enciendo mi lucecita
para alumbrar el verano.

La luciérnaga

Nazco de un huevo pequeño
con una cola muy larga;
cuando ésta cae, ando a saltos,
y estoy muy bajo el agua.

La rana

Llevo yo mi casa al hombro,
camino con una pata,
y voy marcando mi huella
con un hilito de plata.

Caracol

Tiene famosa memoria,
fino olfato y dura piel,
y las mayores narices
que en el mundo pueda haber.

Elefante

Un bicho verde,
toma el sol en la pared,
corre que te corre
buscando va que comer.
¿Quien es?

Lagartija

Mi picadura es dañina,
mi cuerpo insignificante,
pero el néctar que yo doy
os lo coméis al instante.


Abeja

Nunca camina por tierra,
ni vuela, ni sabe nadar,
pero aún así siempre corre,
sube y baja sin parar.


Araña


Me llamo leo
me apellido pardo
quien no lo adivine
es un poco tardón
SOY:


Leopardo


Tengo una larga melena,
soy fuerte y muy veloz,
Abro la boca muy grande
y doy miedo con mi voz.
SOY:


León

Tiene bigotes
y no tiene barba
come ratones
si los atrapa
SOY:

Gato

Dos pinzas tengo,
hacia tras camino,
de mar o río,
en el agua vivo.
¿Quien soy?:

Cangrejo

Negras o rojas
siempre en profesión
adivina quien soy.
¿Quien soy?:

Hormiga

Es la reina de los mares,
su dentaduras es muy buena
y por no ir nunca vacía,
Siempre dicen que va llena.
¿Quién soy?:

Ballena


El mar es donde vivo,
boca grande y muchos dientes,
soy también el mas tímido.
¿Quien soy?


Tiburón


Soy muy pequeñita
roja redondita
y si tu te fijas
puedo volar.
Siete manchas negras
seis patas,
dos antenas
y una sonrisa genial
¿Quien soy?


Mariquita


Unas ventanas,
y un portalito,
y una chimenea
sobre un tejadito.
¿Quién soy?


La casa


Ventanas azules,
verdes escaleras,
muros amarillos
con enredaderas
y en el tejadillo
palomas caseras.


La casa

Vivo dentro de ella
y el caracol también.
Él la lleva a cuestas
y yo nunca podré.



La casa


En casa me ves pequeño,
en zorra siempre me ves,
pero al revés.
¿Qué soy?


El arroz

Soy viejo arrugado
que si me echan al agua
me pongo gordito. 
¿Qué soy?


El garbanzo


Soy blanca como la nieve
y dulce como la miel,
yo alegro los postres
y la leche con café.
¿qué soy?


El azúcar

Pin, pon,
pin, pon,
en la malla
tropezó.
Pin,pon,
pin,pon,
pin, pon,
del tablero 
se salió.
Pin,pon,
pin, pon,
este juego
se ganó.
Pin, pon,
pin, pon,
este juego
se acabó.
¿Qué soy?

La pelota o el ping pong

Once detrás de la bola
que disputan a otros cuantos;
todos corren sin parar
porque quieren lograr tantos.

El futbol

Once jugadores,
del mismo color
diez van por el campo
detrás del balón.
SOY EL:


El fútbol


Juegan en la cancha
mas altos que bajos
meten la pelota
dentro de aros.
SOY EL:


El baloncesto

Si voy en zig
tu vas en zag,
si pego en ting
tu das en tang.

El ping pong

Un armario frío
con luz interior,
guarda alimentos
y les da frescor.
   ¿Qué es? 


La nevera

¡Si!
Señor es la NEVERA,
que mantiene sin dañar,
si señor es la NEVERA
lo que quieras conservar.

Mucha ropa sucia
dentro de un bidón,
gira muy deprisa
con agua y jabón.
¿Qué es?


Lavadora
¡Si!
Muy bien LA LAVADORA
que lavando es mejor.
Muy bien es LA LAVADORA,
ropa banca y de color.

------------

Si quieres ducharte
sin estornudar,
debes encenderlo
antes de empezar.
¿Qué es?


Calentador
Si EL CALENTADOR
de agua,
que funciona con gas.
EL CALENTADOR
de agua una chispa
y nada más.

-----------

Esa señora
llamada Dora
lava la ropa
a cualquier hora.



Lavadora


  Veintiocho caballeros,
       espaldas negras y lisas,
       delante, todo agujeros,
         por dominar se dan prisa.
¿Qué soy?:

El domino

 Once jugadores
 del mismo color,
         diez van por el campo,
     detrás de un balón.
 ¿Qué soy?:


El fútbol

El rey y la reina
con varios peones
caballos y torres
combaten y comen.
¿Qué soy?:

El ajedrez

Tiro con el dado
y muevo la ficha,
sin prisa, sin prisa;
me toca esperar,
me toca avanzar.
¡Y mi suerte no es poca,
pues tiro porque me toca!

El parchís

  Son mis fichas amarillas,
         rojas, azules y verdes,
            si las comes y las pillas,
             tu te cuentas hasta veinte.
¿Qué soy?:


El parchís


No son canas pequeñicas
y ni siquiera son canas;
son redondas y muy chicas,
y hasta parecen hermanas.

Las canicas


 Bolitas pequeñas,
         de metal o de cristal,
      mételas en el hoyo
      y nunca perderás.
¿Qué soy?:


Las canicas

 Si sumas uno más uno
   evidente que da dos,
       y si da dos te descubro
     dos veces la solución.

  de este juego de salón.
¿Qué soy?:
Las cartas

Todos me pisan a mí,
pero yo no piso a nadie;
 todos preguntan por mí,
 yo no pregunto por nadie.


El camino

Dime tú que cosa maja.
Cuando mas crece
mas baja.


La raíz

Adivina adivinador
¿Cual es el árbol
que no da flor?


La higuera


Alegran el campo,
con sus colores,
perfuman la tierra
con olores
¿que es?

Las flores


En primavera te deleito,
en verano te refresco,
en otoño te aliento,
y en invierno te caliento.
¿que soy?

El árbol

Con mi cara roja
mi ojo negro
 y mi vestido verde
el campo alegro
¿ quien soy ?

La amapola


De la tierra voy
y del cielo he de volver,
soy la vida de los campos
que los hace florecer.
¿ Quien soy ?

El agua


Salgo en otoño
y el bosque lleno,
sabrás quien soy
por mi sombrero
¿quien soy?

La seta


Doy al cielo resplandores
cuando deja de llover:
abanico de colores,
que nunca podrás coger.

El arcoiris


Duerme bien en su cunita,
a veces es un llorón,
pero también se sonríe
tomando el biberón.
¿que soy?

El bebe

 Tengo 87 años y me llamo señora
me gusta el helado
y siempre miro la hora
Pd: me gusta tejer y bordar.
¿quien soy?

La abuela

Por la vía voy,
por la vía vengo
y en alguna estación,
un ratito me entretengo.
¿Soy?:

El tren

Ni de día ni de noche,
puede mi vela alumbrar,
pero cuando sopla el viento,
muy bien suelo navegar.
¿Soy?:

El barco

Con mis grandes olas
y cuerpo de hierro,
vuelo a todos los países;
si quieres te llevo.
¿Soy?:

El avión

Doy calorcito,
soy muy redondo,
salgo prontito
y tarde me escondo.
¿ que soy ?

El sol

Sin ser rica tengo cuartos
y sin morir nazco nueva
y a pesar de que no como
hay noches que luzco llena.
¿ que soy ?

La luna

Siempre quietas,
siempre inquietas,
dormidas de día
y de noche despiertas.
¿ que soy ?

Las Estrellas


Soy el segundo más grande,
rodeado de anillos
y poseo más satélites que otros.
¿ Quien soy ?

Saturno

¿Qué cosa es esa cosa
que entra en el río
y no se moja?

El rayo

Redondo, redondo
como un pandero,
quien me toma en verano
debe usar sombrero.

El sol


Niños y niñas lo usan,
cuando el frío aprieta,
y a todos les gustan
porque abrigan las orejas.
¿Que soy?:

Los sombreros

Mi avión es una escoba,
negra y fea me verán
 persigo siempre a las hadas,
que al verme se escaparan.
¿Que soy?:

La bruja


Salimos de oriente,
con rumbo a Belén,
si quieres juguetes,
escribe a los tres.
¿Quienes somos?:

Los reyes


Con dos huevos
y una sartén,
hago tortillas
en un santiamén.
¿Quien soy?:

El cocinero


En la mano
una manguera
en los pies
una escalera,
siempre me verás
donde haya una hoguera.
¿Quien soy?:

El bombero

Me sirven para correr,
me sirven para andar en bicicleta,
las tengo que utilizar
¿Quien soy?

Las piernas

Tres cuevas en la montaña:
¿quién me las podrá encontrar?
En dos el aire va a entrar.
La tercera el vidrio empaña.


La nariz

Al revolver una esquina,
vi un convento abierto;
más arriba, dos ventanas;
más arriba, dos espejos;
arriba, una montaña
donde se pasean
los señores caballeros.

La cara

Dos cajitas de sinrazón
se abren y se cierran
y no meten son.

Las pestañas

Hermanos inseparables,
soportamos un gran peso.
La tierra nos da su beso,
porque somos incansables.

Los pies

Te sirve para escribir,
dibujar, señalar y sentir.

Los dedos


REFRANES

DE PRIMAVERA

En Marzo, la veleta´
ni dos horas está quieta.
--------
Marzo ventoso y abril lluvioso
sacan a mayo florido y hermoso.
--------
Marzo es loco y abril no poco.
--------
En abril, aguas mil,
si no al principio, al medio al fin.


Caracoles de abril para mí
los de mayo para mi hermano,
y los de junio para ninguno.
--------
Agua agua por mayo,
pan para todo el año.
---------
Agua de junio, mi fortunio.
----------
Mayo y junio, haciendo un mes,
el mejor del año es.
------------
En primavera, 
la sangre altera.



 Para todos los santos
 la nieve en los altos.
Para San Andrés
la nieve en los pies.



Treinta días trae noviembre con abril, junio y septiembre;
de veintiocho sólo hay uno,
 los demás de treinta y uno.



Antes se pilla,
aun mentiroso
que a un cojo. 


Agua que no has de beber,
déjala correr


Donde comen dos,
comen tres.


Perro labrador,
poco mordedor.


El que se fue a Sevilla
perdió su silla.


Rojo es el tomate
los tomates,
rojos y si no te enteras
habré los ojos.



Aunque la mona
se vista de seda,
 mona se queda.


En boca cerrada
no entran moscas.


ACERTIJOS

¿ Cómo se debe decir:
<< la yema del huevo es blanca>>
o  <<la yema del huevo esta blanca>>?

RESPUESTA: De ninguna manera ya que la yema es amarilla.

¿Cuál es el instrumento musical
que tiene una cuerda?


 RESPUESTA: Podrías decir el rabel, pero igual no lo conoces, la solución es la campana.

¿Cuál es el día mas
largo de la semana?


RESPUESTA: El miércoles, en letras, porque los días duran todos igual.

Unos meses tienen
treinta días y otros treinta y uno.
¿Cuantos meses tienen
veintiocho días? 


RESPUESTA: Si has dicho febrero te has colado porque unos tienen treinta otros treinta y uno, pero todos tienen veintiocho días.

¿cuál es el animal que 
tiene mas dientes?

RESPUESTA: Si has dicho cocodrilo tiburón incorrecto el que mas dientes tiene, es el Ratoncito Perez porque puede tener tuyos también.

¿Qué hace un pueblo pequeño
cuando se pone el sol?

RESPUESTA: Pues pasa lo mismo que en uno grande, se hace de noche.

Tienes una caja de cerillas,
¿qué necesitas para encender una vela?


RESPUESTA: Aun que tengas cerillas necesitas que la vela este apagada.

¿Qué es lo que se compra
para comer y no se come?


RESPUESTA: Pues por ejemplo cuchara, plato y vaso.

Estáis siete amigos juntos
y solo tenéis un paraguas.
¿Qué necesitáis para no mojaros?


RESPUESTA: Pues que no llueva.

¿De que color es el caballo
blanco de Santiago?


RESPUESTA: Pues blanco o no sabes que un caballo blanco siempre es blanco.

¿Como se escribe
<<Durmiendo o dormiendo>>

RESPUESTA: Si eres capaz de escribir durmiendo.¡Enhorabuena! eres un ser extraordinario. Para escribir, yo siempre estoy despierto.

¿Cual es el animal
que utiliza la cabeza para andar
y poner huevos?

RESPUESTA: El piojo utiliza la cabeza de la gente para andar por ella y alli, pegados a los pelos, pone los huevos que son liendres.

Este es el acertijo
muy, pero que muy difícil:
¿Cual es la palabra 
que tiene cinco ies?


RESPUESTA: Pues si es muy difícil: Cinco ies tiene dificilisimo.

¿Qué es lo que 
esta siempre en 
medio del mar?


RESPUESTA: La a

 CHISTES

LENTITUD

Había una vez
un hombre tan lento,
tan lento,
que tardaría un año
en leer este cuento.



Un ratón entra a un ascensor.
El ascensorista le pregunta:
__¿Qué piso?
Y el ratón responde dolorido:
__¡Mi colita! 


Estaban dos ratitas paseando,
y dice una:
__¡Mira, un murciélago!
__No, es mi novio, que es piloto.



__En una carretera de animales,
¿cuál llega el ultimo?
__El del-fin.


Un mosquito le dice a su papá:
__Papá, voy al cine.
__Está bien.
 Pero cuidado con los aplausos.


 TABLAS DE MULTIPLICAR

Estudiar las tablas de multiplicar
y aprender mucho.

0 x 0 = 0              1 x 0 = 0              2 x 0 = 0              3 x 0 = 0 
            
0 x 1 = 0              1 x 1 = 1              2 x 1 = 2              3 x 1 = 3

0 x 2 = 0              1 x 2 = 2              2 x 2 = 4              3 x 2 = 6

0 x 3 = 0              1 x 3 = 3              2 x 3 = 6              3 x 3 = 9
             
0 x 4 = 0              1 x 4 = 4              2 x 4 = 8              3 x 4 = 12

0 x 5 = 0              1 x 5 = 5              2 x 5 = 10            3 x 5 = 15

0 x 6 = 0              1 x 6 = 6              2 x 6 = 12            3 x 6 = 18

0 x 7 = 0              1 x 7 = 7              2 x 7 = 14            3 x 7 = 21

0 x 8 = 0              1 x 8 = 8              2 x 8 = 16            3 x 8 = 24

0 x 9 = 0              1 x 9 = 9              2 x 9 = 18            3 x 9 = 27

0 x 10 = 0            1 x 10 = 10         2 x 10 = 20          3 x 10 = 30
_________________________________________________________                                                 

4 x 0 = 0            5 x 0 = 0             6 x 0 = 0              7 x 0 = 0    
         
4  x 1 = 4           5 x 1 = 5             6 x 1 = 6              7 x 1 = 7

4 x 2 = 8            5 x 2 = 10           6 x 2 = 12            7 x 2 = 14  

4 x 3 = 12          5 x 3 = 15          6 x 3 = 18             7 x 3 = 21

4 x 4 = 16          5 x 4 = 20          6 x 4 = 24             7 x 4 = 28

4 x 5 = 20          5 x 5 = 25          6 x 5 = 30             7 x 5 = 35

4 x 6 = 24          5 x 6 = 30          6 x 6 = 36             7 x 6 = 42

4 x 7 = 28          5 x 7 = 35          6 x 7 = 42             7 x 7 = 49

4 x 8 = 32          5 x 8 = 40          6 x 8 = 48             7 x 8 = 56

4 x 9 = 36          5 x 9 = 45          6 x 9 = 54             7 x 9 = 63

4 x 10 = 40        5 x 10 = 50       6 x 10 = 60           7 x 10 = 70
_________________________________________________

8 x 0 = 0                9 x 0 = 0                  10 x 0 = 0

8 x 1 = 8                9 x 1 = 9                  10 x 1 = 10

8 x 2 = 16              9 x 2 = 18                10 x 2 = 20

8 x 3 = 24              9 x 3 = 27                10 x 3 = 30

8 x 4 = 32             9 x 4 = 36                 10 x 4 = 40

8 x 5 = 40             9 x 5 = 45                 10 x 5 = 50

8 x 6 = 48             9 x 6 = 54                 10 x 6 = 60

8 x 7 = 56             9 x 7 = 63                 10 x 7 = 70

8 x 8 = 64             9 x 8 = 72                 10 x 8 = 80

8 x 9 = 72             9 x 9 = 81                 10 x 9 = 90

8 x 10 = 80           9 x 10 = 90               10 x 10 = 100



A ver si te las has aprendido,
¿Cuanto has estudiado?

0 x 0 =               1 x 0 =               2 x 0 =               3 x 0 =  
            
0 x 1 =               1 x 1 =               2 x 1 =               3 x 1 = 

0 x 2 =               1 x 2 =               2 x 2 =              3 x 2 = 

0 x 3 =               1 x 3 =               2 x 3 =              3 x 3 = 
             
0 x 4 =               1 x 4 =               2 x 4 =             3 x 4 = 

0 x 5 =               1 x 5 =               2 x 5 =             3 x 5 = 

0 x 6 =               1 x 6 =               2 x 6 =             3 x 6 = 

0 x 7 =               1 x 7 =               2 x 7 =             3 x 7 = 

0 x 8 =               1 x 8 =               2 x 8 =             3 x 8 = 

0 x 9 =               1 x 9 =               2 x 9 =             3 x 9 = 

0 x 10 =             1 x 10 =          2 x 10 =           3 x 10 = 
_________________________________________________________                                                 

4 x 0 =             5 x 0 =             6 x 0 =              7 x 0 =    
         
4  x 1 =          5 x 1 =             6 x 1 =             7 x 1 = 

4 x 2 =           5 x 2 =            6 x 2 =             7 x 2 = 

4 x 3 =          5 x 3 =           6 x 3 =              7 x 3 = 

4 x 4 =          5 x 4 =           6 x 4 =              7 x 4 = 

4 x 5 =           5 x 5 =           6 x 5 =              7 x 5 = 

4 x 6 =           5 x 6 =           6 x 6 =              7 x 6 = 

4 x 7 =           5 x 7 =           6 x 7 =              7 x 7 = 

4 x 8 =           5 x 8 =           6 x 8 =              7 x 8 = 

4 x 9 =           5 x 9 =           6 x 9 =              7 x 9 = 

4 x 10 =         5 x 10 =        6 x 10 =            7 x 10 = 
_________________________________________________

8 x 0 =                   9 x 0 =                   10 x 0 = 

8 x 1 =                   9 x 1 =                   10 x 1 = 

8 x 2 =                  9 x 2 =                     10 x 2 = 

8 x 3 =                  9 x 3 =                     10 x 3 = 

8 x 4 =                 9 x 4 =                       10 x 4 = 

8 x 5 =                9 x 5 =                      10 x 5 = 

8 x 6 =                9 x 6 =                       10 x 6 = 

8 x 7 =                 9 x 7 =                     10 x 7 = 

8 x 8 =                 9 x 8 =                     10 x 8 = 

8 x 9 =                9 x 9 =                      10 x 9 = 

8 x 10 =              9 x 10 =                  10 x 10 = 



SOPAS DE LETRAS


Busca la sopa de letras,
que más te guste,
así: Aprende, diviértete
y pasa un buen rato,
con tus hij@s, familia y amig@os.


CUERPO HUMANO





NOMBRES PROPIOS DE PERSONA




 DE ESCUELA



TRANSPORTES




PRENDAS DE VESTIR



ANIMALES



FRUTAS Y VERDURAS


COMIDAS




DE ARBOLES



DE VACACIONES


JUGUETES





NÚMEROS EN INGLES



COLORES




PAÍSES



GREGUERÍAS

La T es el martillo del abecedario. 
La B es el ama de cría del abecedario.
La q es la p que vuelve de paseo.
La Ñ es la N con bigote.
La I es el dedo meñique del alfabeto.
El 8 es el reloj de arena de los números.
El libro es un pájaro con más de cien alas para volar.
El bebé se saluda a sí mismo así mismo dando la mano a su pie.
 La pulga hace guitarrista al perro.
La leona es un león que hubiese ido a la peluquería.



CARACOLA


Me han traído una caracola.
Dentro le canta 
un mar de mapa.
Mi corazón
se llena de agua
 con pececillos
 de sombra y plata.
 Me han traído una caracola.



LIMERICKS

__Una vaca que come come con cuchara
y que tiene un reloj en vez de cara,
que vuela y habla inglés,
sin duda alguna es
 una vaca rarísima muy rara.

__Hace tiempo que tengo una gran duda:
hay una vaca que jamas saluda,
le hablo y no contesta.
Pues bien, la duda es esta:
¿será maleducada o será muda?

__ Una hormiga podrá tener barriga
que nadie desconcierta ni fatiga.
Lo que a toda la gente
le parece indecente
es tener una hormiga en la barriga.

__Un canario que ladra si está triste,
que come cartulina en vez de alpiste,
que pasea en coche
y toma el sol de la noche,
estoy casi segura que no existe.

__¿Sabes por qué la garza colorada
sobre una sola pata esta apoyada?
Porque le gusta más,
y piensa que, quizás,
si levanta las dos se cae sentada.



CUENTOS

A MI PRIMER NIETO

La media luna es una cuna,
¿ y quién la briza!;
y el niño de la media luna,
¿qué sueños riza?
La media luna es una cuna,
¿quién la mece?;
y el niño de media luna,
¿para qué crece?
La media luna es una cuna,
va a la luna nueva;
y al niño de la media luna,
¿quién me lleva?


REGALOS DE NAVIDAD

La Navidad se acerca, fiesta hermosa;
No hay niño que no espere alguna cosa.
Pero con tanta cosa y tanto crío,
me encuentro, de verdad, en un gran lío.
No te sorprenderá, porque esta vez
se trata de diez chicos, justo diez:
Por ejemplo, no sé si hay confusión...,
Moncho quiere un caballo de pulsera.
Al gran Juanín, audaz y aventurero,
le regalo un sombrero de jarrones.
A la fresca y simpática Teresa
le ofrece un helado de pintor.
Para que lo acaricie, mime, achuche,
daré a Magda un osito de muñecas.
Juli, amiga de fiestas y salones,
merece una pareja de patatas.
Y mi sobrina, Flor, tan zalamera,
tendrá su relojito de cartón.
Al comilón de Luis -si no, me mata -
le guardo una tortilla de frambuesa.
Agustín, el regalo es casi un lujo,
recibe un gran estuche de vaquero.
Pepe, que es un artista superior,
aspira a una paleta de peluche.
Y a la linda Mimí, la de las pecas,
le compro una casita de dibujo.
¿Que esto no es una poesía, que no "pega"?;
tienes mucha razón, nadie lo niega.
Pero en vez de reírte como un loco,
a ver si puedes ayudarme un poco.
Si no, estoy listo, ¡qué calamidad!,
¡qué regalitos esta Navidad!


EL CUENTO DEL HABA

¿Quieres que te cuente
 el cuento del haba
que nunca se acaba?
_sí, cuéntamelo.
_Yo no te digo eso, yo te digo
si quieres que te cuente 
el cuento del haba
que nunca se acaba.




DON JUAN DE LAS CASAS BLANCAS

_Don Juan de las casas Blancas.
_¿Qué manda su señoría?
_¿Cuántos panes hay en el horno?
_ Veinticinco y uno quemado.
_Quién lo quemo?
_El fuego lo a quemado.
_¿Dónde esta el fuego?
_El agua lo ha apagado.
_¿Dónde está el agua?
_Los bueyes la han bebido.
_¿Dónde están los bueyes?
_A ladrar se han ido.
_¿Dónde está la labranza?
_Las gallinitas las han escarbado.
_¿Dónde están las gallinitas?
_A poner huevos se han ido.
_Dónde están los huevos?
_El fraile los ha cogido.
_¿Dónde está el fraile?
_¡Allí arribita tocando las campanas!
¡Tilín-talán,tilín-talán!


LA CARACOLA 

Dentro de esta caracola
ruge un mar contra una playa,
en la que quizá alguien haya
hallado otra caracola
que ahora se acerca al oído
para escuchar el sonido
de las paulatinas olas
que se rompen en la playa,
en la que quizá alguien haya
hallado otra caracola
que alguien como yo se acerca
al oído y oye terca
cómo rompe la mar sola
sus olas en otra playa,
en la que quizá alguien haya
hallado otra caracola.
Y así, dentro de cada una,
otra playa y otro abismo
y quizá nosotros mismos
-este mar con esta luna-
estemos dentro de alguna
caracola colosal,
que alguien se acerca al oído
para escuchar el sonido
que hace nuestra soledad. 


EL CUENTO DEL PAN PARAPULES

¿Quieres que te cuente el cuento 
del pan parapules,
el de las bragas azules?
y el culo al revés?
¿Quieres que te lo cuente otra vez?


EL CUENTO DE LA BUENA PIPA

_¿Quieres que te cuente un cuento
de la buena pipa?
_Vale, cuéntamelo.
_Yo no digo: <<vale, cuéntamelo>>; yo digo
si quieres que te cuente el cuento de la buena pipa,
_Como quieras.
_Yo no digo: <<como quieras>>; yo digo si
quieres que te cuente el cuento de la buena pipa.
_.... Ahora sigue tu con el cuento de la pipa,
que te salgan muchas rimas y te diviertas,
con el cuento de la buena pipa...


EL CUENTO DE LAS TRES HIJAS DEL REY

Una vez era un rey
que tenia tres hijas
las metió en tres botijas 
y las cubrió con pez.
¿Te lo cuento otra vez?
Una vez era un rey
que tenia tres hijas
las metió en tres botijas 
y las cubrió con pez.
¿Te lo cuento otra vez?


EL CUENTO DE LA HORMIGA

Esta era la hormiga
que de un hormiguero
salió con salero 
y entró en un granero
y un grano de trigo
le robó al labriego
Y salió otra hormiga
del mismo hormiguero 
con mucho salero
y entró en un granero
y un grano de trigo
le robó al labriego.
Y salió otra hormiga...
A ver cuantas hormigas
 consigues sacar tú...


EL CINE DE LAS SABANAS BLANCAS

¡Señores dragones
y dragonas damas,
llevad a los peques 
rápido a la cama,
que comienza el cine 
de "sábanas blancas"!
¡Locas aventuras,
feroces piratas,
duros detectives,
aguerridas damas,
viajes espaciales,
princesas y hadas,
indios y vaqueros,
selvas africanas....!
División sin fin,
que no cuesta nada,
porque en este cine
no se paga entrada
y tienes segura
butaca de cama.
¡Silencio, que empieza!
Se apagan más lámparas,
se encienden los sueños
sobre las pantallas...
Hoy veréis el cine
de "sabanas blancas".


LA VACA ESTUDIOSA

Había una vez una vaca
en la Quebrada Humahuaca
Como era muy vieja, muy vieja,
estaba sorda de una oreja.
Y a pesar de que ya era abuela
un día quiso ir a la escuela.
Se puso unos zapatos rojos,
guantes de tul y un par de anteojos.
La vio la maestra asustada
y dijo:
_¿Por qué no puedo estudiar yo?
La vaca, vestida de blanco,
se acomodó en el primer banco.
Los chicos tirábamos tiza
y nos moríamos de risa.
La gente se fue muy curiosa
a ver a la vaca estudiosa.
La gente llegaba en camiones,
en bicicletas y aviones.
La vaca, de pie en un rincón,
rumiaba sola la lección.
Un día toditos los chicos
se convirtieron en borricos.
Y en ese lugar de Humahuaca
la única sabia fue la vaca. 


PUPURRIS DE CUENTOS CORTOS

CUENTO DE LA VIEJA Y EL CESTO

Una vez era una vieja y un cesto
y mi cuento acabó en esto
_____

EL CUENTO MAS BREVE DEL MUNDO

Había una vez un fin
______

CUENTO PARA CONTAR A UN BEBÉ

Te voy a contar el cuento del Sol,
dame un besito que ya se acabó.

______

CUENTO DEL MOMENTO

Te voy a contar un cuento
que se acaba en este momento.

_____

CUENTO DE LOS TRES SEGUNDOS

Te voy a contar un cuento
para dar la vuelta al mundo,
solo dura tres segundos
y ya se acabó el tiempo.

______

EL CUENTO DEL PARAGUAY

Voy a contarte un cuento,
un cuento del Paraguay
que como es un cuento breve
 cuando se <<para>> es <<guay>>,
¡ay!

______

DOS CUENTOS POR UN CUENTO

Si me contaras un cuento
yo te contaría dos:
uno es un cuento de viento,
el otro es un cuento sin voz.

_____

CUENTO DEL BURRO CANSADO

Te voy a contar un cuento
de un burro cansado
que con solo comenzarlo
el cuento ya está acabado.



EL BOSQUE DE LOS CUENTOS

En los árboles genealógicos
viven familias enteras.Los más
pequeños viven en las ramas 
de abajo. Sus padres, en
las ramas del segundo piso.
Los abuelos, en las del tercero.
Los bisabuelos,en las del cuarto....

______

A veces, abajo del todo hay
una sola rama. Son los 
árboles de familias que tienen
un solo hijo o una sola hija.

_______

Hay árboles de muchos
tipos en el Bosque de
los Árboles Genealógicos.
Pero todos ellos encierran
un sinfín de historias,
ocultas muchas veces en
las ramas más altas.

_____

Otras veces solo hay una rama en
 el segundo piso... Hay árboles muy
grandes que parecen tilos. Y árboles
delgados como un chopo. Incluso hay
árboles con ramas de distintos colores.


ÉRASE QUE SE ERA

Érase que se era
una vieja bruja dentro de una pera.
Érase que se era... Pero, dime ¿qué pasó?
La pera era de agua y la bruja se ahogó.
Érase que se era
una niña oculta dentro de una cueva.
Érase que se era... Pero, dime ¿Qué pasó?
Tardaron en encontrarla y la pobre se durmió.
Érase que se era
una ballenita en una pecera.
Érase que se era... Pero, dime ¿qué paso?
La ballenita se hizo grande y la pecera se rompió.
 Érase que era
un conejo blanco en mi cabecera.
érase que era...Pero, dime ¿qué pasó?
El conejo era de un mago y sin más desapareció.


CUANDO EL SOL SE VA

Cuando el sol se va,
espolvorea estrellas.
Avisa a los búhos.
Ilumina a las luciérnagas.
Enseña canciones a los grillos.
Despierta a la luna dormilona.
Susurra nanas a los bebes.
Y vela los sueños de los niños y mayores.
¡Es mucho trabajo!
Por eso, el pequeño de la casa
necesita descansar.
Juega todo el día,
el niño juega, juega....
pero nunca se cansa.
Pero nunca es fácil dormirlo.
También el niño tiene miedo a veces.
Otras, se despierta a media noche.
Incluso hay noches que se despierta mas de una vez.




JEROGRIFICOS

Jugando a detectives:

El señor Holmes ha encontrado estos jeroglíficos escritos en un papel, pero ha olvidado su lupa en casa y no puede leerlos. ¿Quieres ayudarle a descifrarlos?
¿Qué día es hoy?

Martes

¿Qué animal es?

Caracol

¿Cómo se llama este niño?

Manolo

Este señor es...

Soldado

Dos personas que no
están solteras, 
¿cómo están? 

Casados

El muñeco de madera
que si dice mentiras
le crece la nariz.

Pinocho

Cuando tienes una foto
hay que poner uno
para colgarlo en la pared.

Marco

Es un animal que en la película
le regalan unas botas
y es lo que hace
 que sus amigos
lo llamen así.  

El gato con botas

En la película unos
niños sueñan con él
también juega
con campanilla,
al principio no creen ella.

Peter pan

Es nombre de chico

Marcos

Viene para navidad
volando en un trineo
con muchos regalos.

 Papa Noel

Es un ave y también
sabe chapurrear
como por ejemplo
un loro.

Papagayo

CUENTOS CLÁSICOS DE HOY Y MAÑANA

LOS TRES CERDITOS

En el corazón del bosque vivían tres cerditos que eran hermanos. El lobo siempre andaba persiguiéndolos para comérselos. Para escapar del lobo, los cerditos decidieron hacerse una casa. El pequeño la hizo de paja, para acabar antes y poder irse a jugar.
El mediano construyó una casita de madera. Al ver que su hermano pequeño había terminado ya, se dio prisa para irse a jugar con él.
El mayor trabajaba pacientemente en su casa de ladrillo.
-Ya verán lo que hace el lobo con sus casas -riñó a sus hermanos mientras éstos se divertían en grande.
El lobo salió detrás del cerdito pequeño y él corrió hasta su casita de paja, pero el lobo sopló y sopló y la casita de paja derrumbó.
El lobo persiguió al cerdito por el bosque, que corrió a refugiarse en casa de su hermano mediano. Pero el lobo sopló y sopló y la casita de madera derribó. Los dos cerditos salieron pitando de allí.
Casi sin aliento, con el lobo pegado a sus talones, llegaron a la casa del hermano mayor.
Los tres se metieron dentro y cerraron bien todas las puertas y ventanas. El lobo sopló y sopló, pero no pudo derribar la fuerte casa de ladrillos. Entonces se puso a dar vueltas a la casa, buscando algún sitio por el que entrar. Con una escalera larguísima trepó hasta el tejado, para colarse por la chimenea. Pero el cerdito mayor puso al fuego una olla con agua. El lobo comilón descendió por el interior de la chimenea, pero cayó sobre el agua hirviendo y se escaldó.
Escapó de allí dando unos terribles aullidos que se oyeron en todo el bosque. Se cuenta que nunca jamás quiso comer cerdito.


BAMBI

Había llegado la primavera. El bosque estaba muy lindo. Los animalitos despertaban del largo invierno y esperaban todos un feliz acontecimiento.
- ¡Ha nacido el cervatillo! ¡El príncipe del bosque ha nacido! -anunciaba Tambor el conejito, mientras corría de un lado a otro.
Todos los animalitos fueron a visitar al pequeño ciervo, a quien su mamá puso el nombre de Bambi. El cervatillo se estiró e intentó levantarse. Sus patas largas y delgadas le hicieron caer una y otra vez. Finalmente, consiguió mantenerse en pie.
Tambor se convirtió en un maestro para el pequeño. Con él aprendió muchas cosas mientras jugaban en el bosque.
Pasó el verano y llegó el tan temido invierto. Al despertar una mañana, Bambi descubrió que todo el bosque estaba cubierto de nieve. Era muy divertido tratar de andar sobre ella. Pero también descubrió que el invierno era muy triste, pues apenas había comida.
Cierto día vio cómo corría un grupo de ciervos mayores. Se quedó admirado al ver al que iba delante de todos. Era más grande y fuerte que los demás. Era el Gran Príncipe del Bosque.
Aquel día la mamá de Bambi se mostraba inquieta. Olfateaba el ambiente tratando de descubrir qué ocurría. De pronto, oyó un disparo y dijo a Bambi que corriera sin parar. Bambi corrió y corrió hasta lo más espeso del bosque. Cuando se volvió para buscar a su mamá vio que ya no venía. El pobre Bambi lloró mucho.
- Debes ser valiente porque tu mamá no volverá. Vamos, sígueme -le dijo el Gran Príncipe del Bosque.
Bambi había crecido mucho cuando llegó la primavera. Cierto día, mientras bebía agua en el estanque, vio reflejada en el agua una cierva detrás de él. Era bella y ágil y pronto se hicieron amigos.
Una mañana, Bambi se despertó asustado. Desde lo alto de la montaña vio un campamento de cazadores. Corrió haciá allá y encontró a su amiga rodeada de perros. Bambi le ayudó a escapar y ya no se separaron más. Cuando llegó la primavera, Falina, que así se llamaba la cierva, tuvo dos crías. Eran los hijos de Bambi que, con el tiempo, llegó a ser el Gran Príncipe del Bosque.
Si por el bosque has de pasear, no hagas a los animales ninguna maldad.


BLANCA-NIEVES Y LOS SIETE ENANITOS

Había una vez hace mucho tiempo, allá en el norte, a la mitad del invierno, cuando los copos de nieve caen como plumas desde el cielo, una reina que gustaba de coser sentada junto a una ventana que tenía los marcos hechos de ébano negro. Y mientras cosía y miraba hacia afuera el caer de la nieve , se punzó uno de sus dedos, y tres gotas de sangre cayeron sobre algunos copos de nieve que habían entrado por la ventana. Y vio aquella sangre preciosa sobre la blanca nieve, y pensó:
-"¡Oh!, ¡Si yo llegara a tener una niña que tuviera el blanco de la nieve, el rojo de la sangre, y el negro del ébano del marco de esta ventana!"-
Pronto tuvo la dicha de tener una linda niña, que era tan blanca como la nieve, sus mejillas rojas como la sangre, y su cabello tan negro como el ébano. Por lo tanto la llamó Blanca-Nieves. Pero poco después de nacer la niña, la reina murió.
Después de pasado un año, el rey tomó otra esposa. Era bella, pero orgullosa y engreída, y no soportaba que existiera otra mujer que la sobrepasara en hermosura. Ella poseía un espejo mágico, y cuando se colocaba al frente y se miraba en él, le decía:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
Y el espejo contestaba:
-"Tú, gran reina, eres la más bella de todas."-
Y ella quedaba satisfecha, porque sabía que el espejo le decía siempre la verdad.
Unos años después el rey falleció, pero Blanca-Nieves fue creciendo, y crecía más y más bondadosa, educada y preparada cada día, y cuando ya estaba joven era tan bella en su espíritu, como un día primaveral, y por todas sus buenas cualidades superaba en mucho a la belleza física de la misma reina.
Y llegó al fin un día en que la reina preguntó de nuevo:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
El espejo contestó:
-"Tú eres físicamente la más bella de todas las mujeres que hay por aquí, excepto por Blanca-Nieves, a quien su bondad la hace ser aún más bella que tú. Así lo creo."-
Entonces la reina se enfureció, y su tez se tornó amarilla y verde de la envidia. A partir de entonces, donde quiera que viera a Blanca-Nieves, su corazón se estremecía en su pecho, y llegó a odiar muchísimo a la muchacha.
A medida que la envidia y el orgullo crecían más y más en su corazón como una maleza, así también dejaba de tener paz en el día y en la noche.
En un momento dado, no soportando más, llamó a un cazador y le dijo:
-"Llévate a la muchacha adentro del bosque, no quiero tenerla más a mi vista. Mátala, y tráeme su corazón al regreso como prueba."-
El cazador obedeció y la llevó lejos, pero cuando él sacó su cuchillo, y estaba a punto de herir a la inocente Blanca-Nieves, ella, llorando le dijo:
-"¡Ay, querido cazador, déjame vivir! Yo me internaré lejos en la espesura y nunca más volveré a casa de nuevo."-
Y como ella era tan dulce y buena, el cazador tuvo piedad y dijo:
-"Corre, vete lejos, pobre muchacha."-
-"Las bestias salvajes pronto la devorarán."- se pensó él.
Y sintió como si una enorme y pesada piedra se hubiera escapado de su pecho, ante el hecho de que ya no era necesario que tuviera que matarla. Y justo en ese momento un joven jabalí se acercó por donde él estaba, le sacó el corazón y se lo llevó a la reina como prueba de que la joven había muerto.
Ahora la pobre muchacha se hallaba sola en el gran bosque, y tan aterrorizada que hasta las hojas de los árboles la asustaban. Entonces empezó a correr, y saltaba sobre filosas piedras y punzantes espinos, y las bestias salvajes corrían tras ella, pero no le hacían daño.
Ella corrió tan lejos como pudieron darle sus piernas hasta la llegada del anochecer. Entonces divisó una pequeña cabaña y entró en ella a dormir. Todo lo que había en la cabaña era pequeño, pero tan limpio y aseado como no podría describirse. Había una mesa con un mantel blanco y siete platos pequeños, y con cada plato una cucharita. Es más, había siete pequeños cuchillos y tenedores, y siete jarritas. Y contra la pared se hallaban siete pequeñas camas una junto a la otra y cubiertas con colchas tan blanquitas como la nieve.
La joven Blanca-Nieves estaba tan hambrienta y sedienta que ella tomó y comió un poquito de  vegetales y pan de cada platito y bebió una gota de vino de cada jarrita, porque no deseaba coger todo de un mismo plato y jarra. Entonces, al estar tan cansada, trató de acomodarse en alguna camita, pero a como iba probando, ninguna le asentaba bien, hasta que llegó a la última que sí le sirvió, y ahí se quedó. Dijo su oración, y se acomodó a dormir.
Cuando ya había oscurecido, regresaron los dueños de la cabaña. Eran siete enanos que cavaban y extraían oro y piedras preciosas en las montañas. Encendieron sus siete candelas, y con su luz observaron que alguien había estado allí, pues las cosas no estaban exactamente en el orden en que las acostumbraban tener.
El primero dijo:
-"¿Quién se ha sentado en mi silla?"-
El segundo:
-"¿Quien comió de mi plato?"-
El tercero:
-"¿Quién cogió parte de mi pan?"-
El cuarto:
-"¿Quién tomó parte de mis vegetales?"-
El quinto:
-"¿Quien usó mi tenedor?"-
El sexto:
-"¿Quién usó mi cuchillo?"-
El séptimo:
-"¿Quien bebió de mi jarra?"-
Entonces el primero observó alrededor y vio que había un pequeño hundimiento en su cama y dijo:
-"¿Quién se ha metido en mi cama?"-
Y los demás fueron a revisar sus camas, diciendo:
-"Alguien ha estado en nuestras camas también"-
Pero cuando el séptimo miró en su cama, vio a Blanca-Nieves, quien dormía profundamente allí.
Y llamó a los demás, quienes llegaron corriendo, y suspiraron con asombro, y trajeron sus siete candelas para alumbrar mejor a la joven Blanca-Nieves.
-"¡Oh, cielos!, ¡Oh, cielos!"- susurraban -  "¡Que encantadora muchacha!"- 
Y les encantó tanto que no la despertaron, y la dejaron dormir en la cama. Y el séptimo enano se acomodó entre sus compañeros, turnándose a ratos de un lugar a otro por toda la noche.
Cuando llegó el amanecer, Blanca-Nieves despertó, y se asustó cuando vio a los siete enanos. Pero ellos fueron amistosos y le preguntaron su nombre.
-"Mi nombre es Blanca-Nieves."- contestó.
-"¿Y cómo fue que llegaste a nuestra cabaña?"- preguntaron los enanos.
Ella les dijo que la reina la mandó a matar, pero que el cazador le salvó la vida, y que corrió durante todo el día, hasta que por fin encontró su vivienda. Los enanos dijeron:
-"Si puedes tomar cuidado de nuestra casa, cocinar, arreglar las camas, lavar, coser y tejer, y mantienes todo limpio y nítido, puedes quedarte lo que quieras por nada."-
-"Sí, claro."- respondió ella, -"Con todo mi corazón."- y se quedó con ellos.
Les mantuvo su casa en orden. Ellos iban en las mañanas a las montañas a buscar oro y piedras preciosas, y al atardecer regresaban, encontrando ya lista su cena al llegar.
La joven tenía que quedarse sola todo el día, por lo que los buenos enanos siempre le decían:
-"Ten cuidado de la reina, pronto se enterará de que estás aquí, así que no dejes entrar a nadie."-
Mientras tanto, la reina, creyendo que ya Blanca-Nieves no estorbaba, no hacía otra cosa más que pensar en que ella era de nuevo la más hermosa. Y fue donde el espejo y dijo:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
y el espejo contestó:
-"Oh, reina, tú eres lo más bello que yo he podido ver,
pero en las montañas, sobre las colinas, donde viven los siete enanos,
Blanca-Nieves aún vive con muy buena salud,
y no hay ninguna, que por su bondad, sea más bella que ella."-
La reina se quedó atónita, pues sabía que el espejo jamás mentía, y comprendió que el cazador la traicionó, y que por eso Blanca-Nieves aún vivía.
Y pensó y pensó de nuevo cómo podría matarla, para que aquella no siguiera siendo la más bella en el mundo. Y la envidia no la dejaba descansar. Cuando ya hubo meditado sobre qué hacer, se pintó la cara, y se disfrazó como una vieja vendedora, de tal manera que nadie la hubiera reconocido. Con ese disfraz se dirigió a la montaña a la casa de los siete enanos, tocó la puerta y gritó:
-"¡Vendo bellas cosas, baratitas, baratitas!"-
La joven Blanca-Nieves se asomó por la ventana y la llamó:
-"¡Buenos días, mi buena señora, qué es lo que tiene para vender?"-
-"Buenas cosas y bellas cosas"- contestó, -"lazos de muchos colores para lucir en la garganta"-, y ella jaló uno que estaba confeccionado con finas y coloridas sedas. 
-"Voy a pagarle a esa viejita"- pensó Blanca-Nieves.
Quitó la cerradura a la puerta y compró el lazo, y se lo colocó ella misma.
-"Jovencita"- dijo la mujer, -"Qué mal te lo pusiste. Permíteme ponértelo adecuadamente de una vez."-
Blanca-Nieves no sosHabía una vez hace mucho tiempo, allá en el norte, a la mitad del invierno, cuando los copos de nieve caen como plumas desde el cielo, una reina que gustaba de coser sentada junto a una ventana que tenía los marcos hechos de ébano negro. Y mientras cosía y miraba hacia afuera el caer de la nieve , se punzó uno de sus dedos, y tres gotas de sangre cayeron sobre algunos copos de nieve que habían entrado por la ventana. Y vio aquella sangre preciosa sobre la blanca nieve, y pensó:
-"¡Oh!, ¡Si yo llegara a tener una niña que tuviera el blanco de la nieve, el rojo de la sangre, y el  negro del ébano del marco de esta ventana!"-
Pronto tuvo la dicha de tener una linda niña, que era tan blanca como la nieve, sus mejillas rojas como la sangre, y su cabello tan negro como el ébano. Por lo tanto la llamó Blanca-Nieves. Pero poco después de nacer la niña, la reina murió.
Después de pasado un año, el rey tomó otra esposa. Era bella, pero orgullosa y engreída, y no soportaba que existiera otra mujer que la sobrepasara en hermosura. Ella poseía un espejo mágico, y cuando se colocaba al frente y se miraba en él, le decía:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
Y el espejo contestaba:
-"Tú, gran reina, eres la más bella de todas."-
Y ella quedaba satisfecha, porque sabía que el espejo le decía siempre la verdad.
Unos años después el rey falleció, pero Blanca-Nieves fue creciendo, y crecía más y más bondadosa, educada y preparada cada día, y cuando ya estaba joven era tan bella en su espíritu, como un día primaveral, y por todas sus buenas cualidades superaba en mucho a la belleza física de la misma reina.
Y llegó al fin un día en que la reina preguntó de nuevo:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
El espejo contestó:
-"Tú eres físicamente la más bella de todas las mujeres que hay por aquí, excepto por Blanca-Nieves, a quien su bondad la hace ser aún más bella que tú. Así lo creo."-
Entonces la reina se enfureció, y su tez se tornó amarilla y verde de la envidia. A partir de entonces, donde quiera que viera a Blanca-Nieves, su corazón se estremecía en su pecho, y llegó a odiar muchísimo a la muchacha.
A medida que la envidia y el orgullo crecían más y más en su corazón como una maleza, así también dejaba de tener paz en el día y en la noche.
En un momento dado, no soportando más, llamó a un cazador y le dijo:
-"Llévate a la muchacha adentro del bosque, no quiero tenerla más a mi vista. Mátala, y tráeme su corazón al regreso como prueba."-
El cazador obedeció y la llevó lejos, pero cuando él sacó su cuchillo, y estaba a punto de herir a la inocente Blanca-Nieves, ella, llorando le dijo:
-"¡Ay, querido cazador, déjame vivir! Yo me internaré lejos en la espesura y nunca más volveré a casa de nuevo."-
Y como ella era tan dulce y buena, el cazador tuvo piedad y dijo:
-"Corre, vete lejos, pobre muchacha."-
-"Las bestias salvajes pronto la devorarán."- se pensó él.
Y sintió como si una enorme y pesada piedra se hubiera escapado de su pecho, ante el hecho de que ya no era necesario que tuviera que matarla. Y justo en ese momento un joven jabalí se acercó por donde él estaba, le sacó el corazón y se lo llevó a la reina como prueba de que la joven había muerto.
Ahora la pobre muchacha se hallaba sola en el gran bosque, y tan aterrorizada que hasta las hojas de los árboles la asustaban. Entonces empezó a correr, y saltaba sobre filosas piedras y punzantes espinos, y las bestias salvajes corrían tras ella, pero no le hacían daño.
Ella corrió tan lejos como pudieron darle sus piernas hasta la llegada del anochecer. Entonces divisó una pequeña cabaña y entró en ella a dormir. Todo lo que había en la cabaña era pequeño, pero tan limpio y aseado como no podría describirse. Había una mesa con un mantel blanco y siete platos pequeños, y con cada plato una cucharita. Es más, había siete pequeños cuchillos y tenedores, y siete jarritas. Y contra la pared se hallaban siete pequeñas camas una junto a la otra y cubiertas con colchas tan blanquitas como la nieve.
La joven Blanca-Nieves estaba tan hambrienta y sedienta que ella tomó y comió un poquito de  vegetales y pan de cada platito y bebió una gota de vino de cada jarrita, porque no deseaba coger todo de un mismo plato y jarra. Entonces, al estar tan cansada, trató de acomodarse en alguna camita, pero a como iba probando, ninguna le asentaba bien, hasta que llegó a la última que sí le sirvió, y ahí se quedó. Dijo su oración, y se acomodó a dormir.
Cuando ya había oscurecido, regresaron los dueños de la cabaña. Eran siete enanos que cavaban y extraían oro y piedras preciosas en las montañas. Encendieron sus siete candelas, y con su luz observaron que alguien había estado allí, pues las cosas no estaban exactamente en el orden en que las acostumbraban tener.
El primero dijo:
-"¿Quién se ha sentado en mi silla?"-
El segundo:
-"¿Quien comió de mi plato?"-
El tercero:
-"¿Quién cogió parte de mi pan?"-
El cuarto:
-"¿Quién tomó parte de mis vegetales?"-
El quinto:
-"¿Quien usó mi tenedor?"-
El sexto:
-"¿Quién usó mi cuchillo?"-
El séptimo:
-"¿Quien bebió de mi jarra?"-
Entonces el primero observó alrededor y vio que había un pequeño hundimiento en su cama y dijo:
-"¿Quién se ha metido en mi cama?"-
Y los demás fueron a revisar sus camas, diciendo:
-"Alguien ha estado en nuestras camas también"-
Pero cuando el séptimo miró en su cama, vio a Blanca-Nieves, quien dormía profundamente allí.
Y llamó a los demás, quienes llegaron corriendo, y suspiraron con asombro, y trajeron sus siete candelas para alumbrar mejor a la joven Blanca-Nieves.
-"¡Oh, cielos!, ¡Oh, cielos!"- susurraban -  "¡Que encantadora muchacha!"- 
Y les encantó tanto que no la despertaron, y la dejaron dormir en la cama. Y el séptimo enano se acomodó entre sus compañeros, turnándose a ratos de un lugar a otro por toda la noche.
Cuando llegó el amanecer, Blanca-Nieves despertó, y se asustó cuando vio a los siete enanos. Pero ellos fueron amistosos y le preguntaron su nombre.
-"Mi nombre es Blanca-Nieves."- contestó.
-"¿Y cómo fue que llegaste a nuestra cabaña?"- preguntaron los enanos.
Ella les dijo que la reina la mandó a matar, pero que el cazador le salvó la vida, y que corrió durante todo el día, hasta que por fin encontró su vivienda. Los enanos dijeron:
-"Si puedes tomar cuidado de nuestra casa, cocinar, arreglar las camas, lavar, coser y tejer, y mantienes todo limpio y nítido, puedes quedarte lo que quieras por nada."-
-"Sí, claro."- respondió ella, -"Con todo mi corazón."- y se quedó con ellos.
Les mantuvo su casa en orden. Ellos iban en las mañanas a las montañas a buscar oro y piedras preciosas, y al atardecer regresaban, encontrando ya lista su cena al llegar.
La joven tenía que quedarse sola todo el día, por lo que los buenos enanos siempre le decían:
-"Ten cuidado de la reina, pronto se enterará de que estás aquí, así que no dejes entrar a nadie."-
Mientras tanto, la reina, creyendo que ya Blanca-Nieves no estorbaba, no hacía otra cosa más que pensar en que ella era de nuevo la más hermosa. Y fue donde el espejo y dijo:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
y el espejo contestó:
-"Oh, reina, tú eres lo más bello que yo he podido ver,
pero en las montañas, sobre las colinas, donde viven los siete enanos,
Blanca-Nieves aún vive con muy buena salud,
y no hay ninguna, que por su bondad, sea más bella que ella."-
La reina se quedó atónita, pues sabía que el espejo jamás mentía, y comprendió que el cazador la traicionó, y que por eso Blanca-Nieves aún vivía.
Y pensó y pensó de nuevo cómo podría matarla, para que aquella no siguiera siendo la más bella en el mundo. Y la envidia no la dejaba descansar. Cuando ya hubo meditado sobre qué hacer, se pintó la cara, y se disfrazó como una vieja vendedora, de tal manera que nadie la hubiera reconocido. Con ese disfraz se dirigió pechó nada y se mantuvo junto a ella y dejó que le montara el nuevo lazo. Pero la vieja mujer lo puso tan rápido y tan apretado que Blanca-Nieves perdió el sentido y la respiración, y cayó al suelo como muerta.
-"Ahora ya soy la más bella."- se decía a sí misma la reina, y se alejó rápidamente.
No mucho rato después, al atardecer, regresaron los siete enanos, pero se sintieron totalmente perturbados cuando vieron a su amada Blanca-Nieves yaciendo en el suelo, y que no se movía ni respondía y parecía como si estuviera muerta. La incorporaron y vieron que tenía un lazo muy apretado. Lo cortaron y ella comenzó a respirar lentamente, y al cabo de un rato se recuperó totalmente. Cuando los enanos escucharon lo que había pasado dijeron:
-"La vieja vendedora no era otra persona más que la malvada reina. Ten mucha precaución y no te acerques a nadie mientras no estemos contigo."-
Pero la perversa mujer, al llegar a su habitación, fue inmediatamente donde el espejo y preguntó:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
y el espejo contestó:
-"Oh, reina, tú eres lo más bello que yo he podido ver,
pero en las montañas, sobre las colinas, donde viven los siete enanos,
Blanca-Nieves aún vive con muy buena salud,
y no hay ninguna, que por su bondad, sea más bella que ella."-
Cuando ella oyó aquello, toda su sangre se le subió a la cabeza con furia, de saber que Blanca-Nieves seguía aún con vida.
-"Pero ahora"- se dijo, "pensaré algo que será tu final."
Y con ayuda de algo de brujería, en lo cual ella era experta, se fabricó un venenoso peine. Y tomó una nueva apariencia, con la forma de otra vieja mujer. Entonces volvió a ir a la casa de los siete enanos, tocó a la puerta y gritó con otra voz:
-"¡Vendo cosas buenas y baratas, baratas!"-
Blanca-Nieves se asomó y le dijo:
-"¡Váyase! ¡No puedo dejar entrar a nadie!"-
-"Supongo que al menos podrías mirar."- dijo la vieja.
Y sacó el venenoso peine y lo sostuvo en alto.Y le gustó tanto a la muchacha que la sedujo y abrió la puerta. Una vez hecha la compra, la vieja mujer dijo:
-"Ahora te peinaré apropiadamente como debe ser de una vez."-
La pobre Blanca-Nieves de nuevo no tuvo suspicacia, y dejó que la vieja hiciera como quiso. Pero no más había colocado el peine en su cabellera, cuando enseguida el veneno hizo efecto, y la joven cayó al suelo sin sentido. 
-"Tú, modelo de bondad"- dijo la malvada mujer, -"ya estás lista."- y se marchó.
Pero afortunadamente ya casi era el atardecer, la hora de regreso de los siete enanos. Cuando llegaron y vieron a Blanca-Nieves en el suelo, como muerta, enseguida sospecharon de la reina. La revisaron y encontraron el peine envenenado en la cabellera. Entonces de nuevo le recordaron a ella estar siempre en guardia y no abrir la puerta a nadie.
La reina, de nuevo en casa, corrió al espejo y dijo:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
y el espejo contestó:
-"Oh, reina, tú eres lo más bello que yo he podido ver,
pero en las montañas, sobre las colinas, donde viven los siete enanos,
Blanca-Nieves aún vive con muy buena salud,
y no hay ninguna, que por su bondad, sea más bella que ella."-
Cuando ella oyó al espejo hablar así, se estremeció y golpeteó con rabia.
-"Blanca-Nieves deberá morir"- gritó ella, -"aunque me cuesta la vida."-
Inmediatamente bajó a un salón secreto, solitario, donde nadie más que ella podía llegar, y allí hizo una muy venenosa manzana. Por fuera la manzana se vería preciosa, con unos pómulos rojizos muy atrayentes, que cualquiera que la viera desearía tomarla, pero quien mordiera aún una pequeña porción, de seguro moriría.
Cuando estuvo terminada la manzana, se pintó la cara, y se vistió como una campesina, y así regresó a la casa de los siete enanos en la montaña. Tocó a la puerta. Blanca-Nieves asomó su cabeza por la ventana y dijo:
-"¡No puedo abrirle a nadie!, los enanos me lo han prohibido!
-"Me da lo mismo"- contestó la mujer, -"Pronto terminaré con mis manzanas. Pero te obsequiaré una para ti."-
-"No"- dijo Blanca-Nieves, -"No debo aceptar nada."-
-"¿Temes que estén envenenadas?"- dijo la vieja mujer. -"Mira, cortaré la manzana en dos piezas. Tú te comes la orilla roja, y yo la parte blanca."-
La manzana estaba tan perfectamente confeccionada, que solamente la parte roja contenía el veneno. Blanca-Nieves deseaba la manzana, y cuando vio que la mujer comía tranquilamente su parte blanca, no resistió más y tomó en sus manos la porción envenenada. Pero no había terminado de saborear el primer bocado, cuando cayó como muerta. Entonces la reina la miró con una mirada terrorífica, y se rió fuertísimo diciendo:
-"¡Blanca como la nieve, roja como la sangre y negra como la madera de ébano! Esta vez los enanos no podrán reanimarte de nuevo"-
Y ya en su habitación, cuando preguntó al espejo:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
al fin le dijo:
-"Oh, reina, en este mundo, tú eres la más bella de todas."-
Entonces su envidioso corazón sintió descanso, si es que un corazón envidioso puede llegar a tener algún descanso.
Cuando regresaron los enanos al atardecer, encontraron de nuevo a Blanca-Nieves yaciendo en el suelo. No se le sentía respirar y parecía muerta. La levantaron, la revisaron a ver si encontraban algo venenoso, le soltaron lazos, revisaron su cabellera, la lavaron con agua y vino, pero todo fue en vano. La pobre muchacha seguía como muerta. La colocaron entonces en un ataúd, y los siete se sentaron alrededor y lloraron por ella, y lloraron durante tres largos días.
Entonces ellos fueron a enterrarla, pero lucía tan linda como si estuviera viva, y aún conservaba sus rojas mejillas. Ellos dijeron:
-"No la enterremos en la oscura tierra."-
Y construyeron un ataúd de cristal transparente, de modo que pudiera ser vista de todos lados, y la colocaron allí, y escribieron su nombre en letras doradas, y que era hija del rey. Entonces pusieron el ataúd en lo claro de la montaña, y uno de ellos siempre se quedaba acompañándola y vigilándola. Y llegaron también aves y lloraron por ella. Primero un búho, luego un cuervo, y de último una paloma.
Y ahora Blanca-Nieves estuvo por largo tiempo en el ataúd, y no cambiaba nada en absoluto, siempre aparentando que estaba dormida, porque era blanca como la nieve, roja como la sangre, y su cabello negro como el ébano.
Sucedió sin embargo, que el hijo de otro rey llegó al bosque, y fue a la casa de los enanos a pasar la noche. Y vio el ataúd en la montaña con la bella Blanca-Nieves dentro de él, y leyó las letras doradas que los enanos le habían escrito. Entonces dijo a los enanos:
-"Permítanme llevármela con el ataúd, yo le daré a ustedes lo que pidan por ella."-
Pero los enanos respondieron:
-"No la dejaríamos ir por todo el oro del mundo."-
Entonces les dijo:
-"Permítanme tenerla como un obsequio, porque no podría vivir sin ver a Blanca-Nieves. Yo la honraré y valoraré como mi más amada posesión."
Al hablar de ese modo, los enanos se compadecieron y le entregaron el ataúd.
Ahora el hijo del rey la hizo cargar en los hombros de sus sirvientes. Pero ocurrió que tropezaron con la raíz de un árbol, y con el golpe, el pedacito de manzana envenenada que Blanca-Nieves había mordido, salió disparado de su boca. Y al momento ella abrió los ojos, levantó la tapa del ataúd, se sentó, y una vez más le volvió la conciencia.
-"¡Oh, cielos!, ¿dónde estoy?" - preguntó sorprendida.
El hijo del rey, lleno de gozo, dijo:
-"Estás conmigo."-
Y le contó todo lo acontecido y agregó:
-"Te quiero más que nada en el mundo, ven conmigo al palacio de mi padre, y te haré mi esposa."-
Blanca-Nieves aceptó y fue con él, y su boda fue celebrada con gran ceremonia y esplendor. Pero la malvada reina también fue invitada a la fiesta. Cuando ella ya se había arreglado glamorosamente en espléndidos vestidos, fue al espejo y le dijo:
-"Espejito, espejito, que estás en la pared ¿Quién en esta tierra es la más bella?"-
y el espejo contestó:
-"Oh, reina, eres lo más bello que yo he visto,
pero la joven reina, por su bondad, es aún más bella que tú.
Entonces la perversa mujer maldijo todo, y se sentía tan infeliz, pero tan infeliz, que no sabía qué hacer. Al principio no quería ir a la boda del todo, pero no tenía paz, y decidió ir a conocer a la joven princesa. Y cuando ingresó al salón, reconoció a Blanca-Nieves, y quedó paralizada de rabia y rencor, y no se pudo mover. Pero ya se habían preparado unas zapatillas con polvo de pimientos picantes, que fueron traídas por los sirvientes, y las pusieron al frente de ella. Entonces fue forzada a ponerse aquellas zapatillas, y bailó y bailó hasta que cayó exhausta de agotamiento. Y desde entonces fue llevada a una habitación aislada donde pasó el resto de sus días.


CAPERUCITA ROJA

Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.
-Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo.
Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita, pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas...
De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.
- ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.
-No está lejos- pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.
Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que pasaba por allí había observado la llegada del lobo.
El lobo devoró a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó enseguida, toda contenta.
La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- Son para...¡comerte mejoooor!- y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.
Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un segador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba.
El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita estaban allí, ¡vivas!.
Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.
En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.


LOS SIETE CABRITILLOS

En una bonita casa del bosque vivía mamá cabra con sus siete cabritillos. Una mañana mamá cabra le dijo a sus hijos que tenía que ir a la ciudad a comprar y de forma insistente les dijo: "Queridos hijitos, ya sabéis que no tenéis que abrirle la puerta a nadie. Vosotros jugad y no le abráis a nadie". "¡Sí mamá. No le abriremos a nadie la puerta." La mamá de los cabritillos temía que el lobo la viera salir y fuera a casa a comerse a sus hijitos. Ella, preocupada, al salir por la puerta volvió a decir: "Hijitos, cerrar la puerta con llave y no le abráis la puerta a nadie, puede venir el lobo." El mayor de los cabritillos cerró la puerta con llave.
Al ratito llaman a la puerta. "¿Quién es?", dijo un cabritillo. "Soy yo, vuestra mamá", dijo el lobo, que intentaba imitar la voz de la mamá cabra. "No, no, tú no eres nuestra mamá, nuestra mamá tiene la voz fina y tú la tienes ronca." El lobo se marchó y fue en busca del huevero y le dijo: "Dame cinco huevos para que mi voz se aclare." El lobo tras comerse los huevos tuvo una voz más clara. De nuevo llaman a la puerta de las casa de los cabritillos. "¿Quién es?". "Soy yo, vuestra mamá." "Asoma la patita por debajo de la puerta." Entonces el lobo metió su oscura y peluda pata por debajo de la puerta y los cabritillos dijeron: "¡No, no! tú no eres nuestra mamá, nuestra mamá tiene la pata blanquita." El lobo enfadado pensó: "Qué listos son estos cabritillos, pero se van a enterar, voy a ir al molino a pedirle al molinero harina para poner mi para muy blanquita." Así lo hizo el lobo y de nuevo fue a casa de los cabritillos. "¿Quién es?", dice un cabritillo. "Soy yo, vuestra mamá." "Enseña la patita por debajo de la puerta." El lobo metió su pata, ahora blanquita, por debajo de la puerta y todos los cabritillos dijeron: "¡Sí, sí! Es nuestra mamá, abrid la puerta." Entonces el lobo entró en la casa y se comió a seis de los cabritillos, menos a uno, el más pequeño, que se había escondido en la cajita del reloj.
El lobo con una barriga muy gorda salió de la casa hacia el río, bebió agua y se quedó dormido al lado del río. Mientras tanto mamá cabra llegó a casa. Al ver la puerta abierta entró muy nerviosa gritando: "¡Hijitos, dónde estáis! ¡ Hijitos, dónde estáis!". Una voz muy lejana decía: "¡Mamá, mamá!". "¿Dónde estás, hijo mío?". "Estoy aquí, en la cajita del reloj." La mamá cabra sacó al menor de sus hijos de la cajita del reloj, y el cabritillo le contó que el lobo había venido y se había comido a sus seis hermanitos. La mamá cabra le dijo a su hijito que cogiera hilo y una aguja, y juntos salieron a buscar al lobo. Le encontraron durmiendo profundamente. La mamá cabra abrió la barriga del lobo, sacó a sus hijitos, la llenó de piedras, luego la cosió y todos se fueron contentos. Al rato el lobo se despertó: "¡Oh¡ ¡Qué sed me ha dado comerme a estos cabritillos!". Se arrastró por la tierra para acercarse al río a beber agua, pero al intentar beber, cayó al río y se ahogó, pues no podía moverse, ya que su barriga estaba llena de muchas y pesadas piedras. Al legar a casa, la mamá regañó a los cabritillos diciéndoles que no debieron desobedecerla, pues mira lo que había pasado.


CENICIENTA

Había una vez un gentilhombre que se casó en segundas nupcias con una mujer, la más altanera y orgullosa que jamás se haya visto. Tenía dos hijas por el estilo y que se le parecían en todo.
El marido, por su lado, tenía una hija, pero de una dulzura y bondad sin par; lo había heredado de su madre que era la mejor persona del mundo.
Junto con realizarse la boda, la madrasta dio libre curso a su mal carácter; no pudo soportar las cualidades de la joven, que hacían aparecer todavía más odiables a sus hijas. La obligó a las más viles tareas de la casa: ella era la que fregaba los pisos y la vajilla, la que limpiaba los cuartos de la señora y de las señoritas sus hijas; dormía en lo más alto de la casa, en una buhardilla, sobre una mísera pallasa, mientras sus hermanas ocupaban habitaciones con parquet, donde tenían camas a la última moda y espejos en que podían mirarse de cuerpo entero.
La pobre muchacha aguantaba todo con paciencia, y no se atrevía a quejarse ante su padre, de miedo que le reprendiera pues su mujer lo dominaba por completo. Cuando terminaba sus quehaceres, se instalaba en el rincón de la chimenea, sentándose sobre las cenizas, lo que le había merecido el apodo de Culocenizón. La menor, que no era tan mala como la mayor, la llamaba Cenicienta; sin embargo Cenicienta, con sus míseras ropas, no dejaba de ser cien veces más hermosa que sus hermanas que andaban tan ricamente vestidas.
Sucedió que el hijo del rey dio un baile al que invitó a todas las personas distinguidas; nuestras dos señoritas también fueron invitadas, pues tenían mucho nombre en la comarca. Helas aquí muy satisfechas y preocupadas de elegir los trajes y peinados que mejor les sentaran; nuevo trabajo para Cenicienta pues era ella quien planchaba la ropa de sus hermanas y plisaba los adornos de sus vestidos. No se hablaba más que de la forma en que irían trajeadas.
-Yo, dijo la mayor, me pondré mi vestido de terciopelo rojo y mis adornos de Inglaterra.
-Yo, dijo la menor, iré con mi falda sencilla; pero en cambio, me pondré mi abrigo con flores de oro y mi prendedor de brillantes, que no pasarán desapercibidos.
Manos expertas se encargaron de armar los peinados de dos pisos y se compraron lunares postizos. Llamaron a Cenicienta para pedirle su opinión, pues tenía buen gusto. Cenicienta las aconsejó lo mejor posible, y se ofreció incluso para arreglarles el peinado, lo que aceptaron. Mientras las peinaba, ellas le decían:
-Cenicienta, ¿te gustaría ir al baile?
-Ay, señoritas, os estáis burlando, eso no es cosa para mí.
-Tienes razón, se reirían bastante si vieran a un Culocenizón entrar al baile.
Otra que Cenicienta les habría arreglado mal los cabellos, pero ella era buena y las peinó con toda perfección.
Tan contentas estaban que pasaron cerca de dos días sin comer. Más de doce cordones rompieron a fuerza de apretarlos para que el talle se les viera más fino, y se lo pasaban delante del espejo.
Finalmente, llegó el día feliz; partieron y Cenicienta las siguió con los ojos y cuando las perdió de vista se puso a llorar. Su madrina, que la vio anegada en lágrimas, le preguntó qué le pasaba.
-Me gustaría... me gustaría...
Lloraba tanto que no pudo terminar. Su madrina, que era un hada, le dijo:
-¿Te gustaría ir al baile, no es cierto?
-¡Ay, sí!, -dijo Cenicienta suspirando.
-¡Bueno, te portarás bien!, -dijo su madrina-, yo te haré ir.
La llevó a su cuarto y le dijo:
-Ve al jardín y tráeme un zapallo.
Cenicienta fue en el acto a coger el mejor que encontró y lo llevó a su madrina, sin poder adivinar cómo este zapallo podría hacerla ir al baile. Su madrina lo vació y dejándole solamente la cáscara, lo tocó con su varita mágica e instantáneamente el zapallo se convirtió en un bello carruaje todo dorado.
En seguida miró dentro de la ratonera donde encontró seis ratas vivas. Le dijo a Cenicienta que levantara un poco la puerta de la trampa, y a cada rata que salía le daba un golpe con la varita, y la rata quedaba automáticamente transformada en un brioso caballo; lo que hizo un tiro de seis caballos de un hermoso color gris ratón. Como no encontraba con qué hacer un cochero:
-Voy a ver -dijo Cenicienta-, si hay algún ratón en la trampa, para hacer un cochero.
-Tienes razón, -dijo su madrina-, anda a ver.
Cenicienta le llevó la trampa donde había tres ratones gordos. El hada eligió uno por su imponente barba, y habiéndolo tocado quedó convertido en un cochero gordo con un precioso bigote. En seguida, ella le dijo:
-Baja al jardín, encontrarás seis lagartos detrás de la regadera; tráemelos.
Tan pronto los trajo, la madrina los trocó en seis lacayos que se subieron en seguida a la parte posterior del carruaje, con sus trajes galoneados, sujetándose a él como si en su vida hubieran hecho otra cosa. El hada dijo entonces a Cenicienta:
-Bueno, aquí tienes para ir al baile, ¿no estás bien aperada?
-Es cierto, pero, ¿podré ir así, con estos vestidos tan feos?
Su madrina no hizo más que tocarla con su varita, y al momento sus ropas se cambiaron en magníficos vestidos de paño de oro y plata, todos recamados con pedrerías; luego le dio un par de zapatillas de cristal, las más preciosas del mundo.
Una vez ataviada de este modo, Cenicienta subió al carruaje; pero su madrina le recomendó sobre todo que regresara antes de la medianoche, advirtiéndole que si se quedaba en el baile un minuto más, su carroza volvería a convertirse en zapallo, sus caballos en ratas, sus lacayos en lagartos, y que sus viejos vestidos recuperarían su forma primitiva. Ella prometió a su madrina que saldría del baile antes de la medianoche. Partió, loca de felicidad.
El hijo del rey, a quien le avisaron que acababa de llegar una gran princesa que nadie conocía, corrió a recibirla; le dio la mano al bajar del carruaje y la llevó al salón donde estaban los comensales. Entonces se hizo un gran silencio: el baile cesó y los violines dejaron de tocar, tan absortos estaban todos contemplando la gran belleza de esta desconocida. Sólo se oía un confuso rumor:
-¡Ah, qué hermosa es!
El mismo rey, siendo viejo, no dejaba de mirarla y de decir por lo bajo a la reina que desde hacía mucho tiempo no veía una persona tan bella y graciosa. Todas las damas observaban con atención su peinado y sus vestidos, para tener al día siguiente otros semejantes, siempre que existieran telas igualmente bellas y manos tan diestras para confeccionarlos. El hijo del rey la colocó en el sitio de honor y en seguida la condujo al salón para bailar con ella. Bailó con tanta gracia que fue un motivo más de admiración.
Trajeron exquisitos manjares que el príncipe no probó, ocupado como estaba en observarla. Ella fue a sentarse al lado de sus hermanas y les hizo mil atenciones; compartió con ellas los limones y naranjas que el príncipe le había obsequiado, lo que las sorprendió mucho, pues no la conocían. Charlando así estaban, cuando Cenicienta oyó dar las once y tres cuartos; hizo al momento una gran reverenda a los asistentes y se fue a toda prisa.
Apenas hubo llegado, fue a buscar a su madrina y después de darle las gracias, le dijo que desearía mucho ir al baile al día siguiente porque el príncipe se lo había pedido. Cuando le estaba contando a su madrina todo lo que había sucedido en el baile, las dos hermanas golpearon a su puerta; Cenicienta fue a abrir.
-¡Cómo habéis tardado en volver! -les dijo bostezando, frotándose los ojos y estirándose como si acabara de despertar; sin embargo no había tenido ganas de dormir desde que se separaron.
-Si hubieras ido al baile -le dijo una de las hermanas-, no te habrías aburrido; asistió la más bella princesa, la más bella que jamás se ha visto; nos hizo mil atenciones, nos dio naranjas y limones.
Cenicienta estaba radiante de alegría. Les preguntó el nombre de esta princesa; pero contestaron que nadie la conocía, que el hijo del rey no se conformaba y que daría todo en el mundo por saber quién era. Cenicienta sonrió y les dijo:
-¿Era entonces muy hermosa? Dios mío, felices vosotras, ¿no podría verla yo? Ay, señorita Javotte, prestadme el vestido amarillo que usáis todos los días.
-Verdaderamente -dijo la señorita Javotte-, ¡no faltaba más! Prestarle mi vestido a tan feo Culocenizón... tendría que estar loca.
Cenicienta esperaba esta negativa, y se alegró, pues se habría sentido bastante confundida si su hermana hubiese querido prestarle el vestido.
Al día siguiente las dos hermanas fueron al baile, y Cenicienta también, pero aún más ricamente ataviada que la primera vez. El hijo del rey estuvo constantemente a su lado y diciéndole cosas agradables; nada aburrida estaba la joven damisela y olvidó la recomendación de su madrina; de modo que oyó tocar la primera campanada de medianoche cuando creía que no eran ni las once. Se levantó y salió corriendo, ligera como una gacela. El príncipe la siguió, pero no pudo alcanzarla; ella había dejado caer una de sus zapatillas de cristal que el príncipe recogió con todo cuidado.
Cenicienta llegó a casa sofocada, sin carroza, sin lacayos, con sus viejos vestidos, pues no le había quedado de toda su magnificencia sino una de sus zapatillas, igual a la que se le había caído.
Preguntaron a los porteros del palacio si habían visto salir a una princesa; dijeron que no habían visto salir a nadie, salvo una muchacha muy mal vestida que tenía más aspecto de aldeana que de señorita.
Cuando sus dos hermanas regresaron del baile, Cenicienta les preguntó si esta vez también se habían divertido y si había ido la hermosa dama. Dijeron que sí, pero que había salido escapada al dar las doce, y tan rápidamente que había dejado caer una de sus zapatillas de cristal, la más bonita del mundo; que el hijo del rey la había recogido dedicándose a contemplarla durante todo el resto del baile, y que sin duda estaba muy enamorado de la bella personita dueña de la zapatilla. Y era verdad, pues a los pocos días el hijo del rey hizo proclamar al son de trompetas que se casaría con la persona cuyo pie se ajustara a la zapatilla.
Empezaron probándola a las princesas, en seguida a las duquesas, y a toda la corte, pero inútilmente. La llevaron donde las dos hermanas, las que hicieron todo lo posible para que su pie cupiera en la zapatilla, pero no pudieron. Cenicienta, que las estaba mirando, y que reconoció su zapatilla, dijo riendo:
-¿Puedo probar si a mí me calza?
Sus hermanas se pusieron a reír y a burlarse de ella. El gentilhombre que probaba la zapatilla, habiendo mirado atentamente a Cenicienta y encontrándola muy linda, dijo que era lo justo, y que él tenía orden de probarla a todas las jóvenes. Hizo sentarse a Cenicienta y acercando la zapatilla a su piececito, vio que encajaba sin esfuerzo y que era hecha a su medida.
Grande fue el asombro de las dos hermanas, pero más grande aún cuando Cenicienta sacó de su bolsillo la otra zapatilla y se la puso. En esto llegó la madrina que, habiendo tocado con su varita los vestidos de Cenicienta, los volvió más deslumbrantes aún que los anteriores.
Entonces las dos hermanas la reconocieron como la persona que habían visto en el baile. Se arrojaron a sus pies para pedirle perdón por todos los malos tratos que le habían infligido. Cenicienta las hizo levantarse y les dijo, abrazándolas, que las perdonaba de todo corazón y les rogó que siempre la quisieran.
Fue conducida ante el joven príncipe, vestida como estaba. Él la encontró más bella que nunca, y pocos días después se casaron. Cenicienta, que era tan buena como hermosa, hizo llevar a sus hermanas a morar en el palacio y las casó en seguida con dos grandes señores de la corte.


EL GATO CON BOTAS

Erase una vez un viejo molinero que tenía tres hijos. Acercándose la hora de su muerte hizo llamar a sus tres hijos. 
"Mirad, quiero repartiros lo poco que tengo antes de morirme". 

Al mayor le dejó el molino, al mediano le dejó el burro y al más pequeñito le dejó lo último que le quedaba, el gato. 

Dicho esto, el padre murió.
Mientras los dos hermanos mayores se dedicaron a explotar su herencia, el más pequeño cogió unas de las botas que tenía su padre, se las puso al gato y ambos se fueron a recorrer el mundo. En el camino se sentaron a descansar bajo la sombra de un árbol. Mientras el amo dormía, el gato le quitó una de las bolsas que tenía el amo, la llenó de hierba y dejó la bolsa abierta. En ese momento se acercó un conejo impresionado por el color verde de esa hierba y se metió dentro de la bolsa. El gato tiró de la cuerda que le rodeaba y el conejo quedó atrapado en la bolsa. Se hecho la bolsa a cuestas y se dirigió hacia palacio para entregársela al rey. Vengo de parte de mi amo, el marqués Carrabás, que le manda este obsequio. El rey muy agradecido aceptó la ofrenda.
Pasaron los días y el gato seguía mandándole regalos al rey de parte de su amo. Un día, el rey decidió hacer una fiesta en palacio y el gato con botas se enteró de ella y pronto se le ocurrió una idea. 
"¡Amo, Amo! Sé cómo podemos mejorar nuestras vidas. Tú solo sigue mis instrucciones." 

El amo no entendía muy bien lo que el gato le pedía, pero no tenía nada que perder, así que aceptó. 

"¡Rápido, Amo! Quítese la ropa y métase en el río." 

Se acercaban carruajes reales, era el rey y su hija. En el momento que se acercaban el gato chilló: 

"¡Socorro! ¡Socorro! ¡El marqués Carrabás se ahoga! ¡Ayuda!". 

El rey atraído por los chillidos del gato se acercó a ver lo que pasaba. La princesa se quedó asombrada de la belleza del marqués. Se vistió el marqués y se subió a la carroza. 

El gato con botas, adelantándose siempre a las cosas, corrió a los campos del pueblo y pidió a los del pueblo que dijeran al rey que las campos eran del marqués y así ocurrió. Lo único que le falta a mi amo -dijo el gato- es un castillo, así que se acordó del castillo del ogro y decidió acercarse a hablar con él. 

"¡Señor Ogro!, me he enterado de los poderes que usted tiene, pero yo no me lo creo así que he venido a ver si es verdad." 

El ogro enfurecido de la incredulidad del gato, cogió aire y ¡zás! se convirtió en un feroz león. 

"Muy bien, -dijo el gato- pero eso era fácil, porque tú eres un ogro, casi tan grande como un león. Pero, ¿a que no puedes convertirte en algo pequeño? En una mosca, no, mejor en un ratón, ¿puedes? El ogro sopló y se convirtió en un pequeño ratón y antes de que se diera cuenta ¡zás! el gato se abalanzó sobre él y se lo comió. 

En ese instante sintió pasar las carrozas y salió a la puerta chillando: 

"¡Amo, Amo! Vamos, entrad." 

El rey quedó maravillado de todas las posesiones del marqués y le propuso que se casara con su hija y compartieran reinos. Él aceptó y desde entonces tanto el gato como el marqués vivieron felices y comieron perdices. 


EL PATITO FEO

En una hermosa mañana primaveral, una hermosa y fuerte pata empollaba sus huevos y mientras lo hacía, pensaba en los hijitos fuertes y preciosos que pronto iba a tener. De pronto, empezaron a abrirse los cascarones. A cada cabeza que asomaba, el corazón le latía con fuerza. Los patitos empezaron a esponjarse mientras piaban a coro. La madre los miraba eran todos tan hermosos, únicamente habrá uno, el último, que resultaba algo raro, como más gordo y feo que los demás. Poco a poco, los patos fueron creciendo y aprendiendo a buscar entre las hierbas los más gordos gusanos, y a nadar y bucear en el agua. Cada día se les veía más bonitos. Únicamente aquel que nació el último iba cada día más largo de cuello y más gordo de cuerpo…. La madre pata estaba preocupada y triste ya que todo el mundo que pasaba por el lado del pato lo miraba con rareza. Poco a poco el vecindario lo empezó a llamar el “patito feo” y hasta sus mismos hermanos lo despreciaban porque lo veían diferente a ellos.
El patito se sentía muy desgraciado y muy sólo y decidió irse de allí. Cuando todos fueron a dormir, él se escondió entre unos juncos, y así emprendió un largo camino hasta que, de pronto, vio un molino y una hermosa joven echando trigo a las gallinas. Él se acercó con recelo y al ver que todos callaban decidió quedarse allí a vivir. Pero al poco tiempo todos empezaron a llamarle “patito feo”, “pato gordo”…, e incluso el gallo lo maltrataba. Una noche escuchó a los dueños del molino decir: “Ese pato está demasiado gordo; lo vamos a tener que asar”. El pato enmudeció de miedo y decidió que esa noche huiría de allí. Durante todo el invierno estuvo deambulando de un sitio para otro sin encontrar donde vivir, ni con quién. Cuando llegó por fin la primavera, el pato salió de su cobijo para pasear. De pronto, vio a unos hermosos cisnes blancos, de cuello largo, y el patito decidió acercarse a ellos. Los cisnes al verlo se alegraron y el pato se quedó un poco asombrado, ya que nadie nunca se había alegrado de verlo. Todos los cisnes lo rodearon y lo aceptaron desde un primer momento. Él no sabía que le estaba pasando: de pronto, miró al agua del lago y fue así como al ver su sombra descubrió que era un precioso cisne más. Desde entonces vivió feliz y muy querido con su nueva familia.


HANSEL Y GRETEL LA CASITA DE CHOCOLATE

Junto a un bosque muy grande vivía un pobre leñador con su mujer y dos hijos; el niño se llamaba Hänsel, y la niña, Gretel. Apenas tenían qué comer, y en una época de carestía que sufrió el país, llegó un momento en que el hombre ni siquiera podía ganarse el pan de cada día. Estaba el leñador una noche en la cama, cavilando y revolviéndose, sin que las preocupaciones le dejaran pegar el ojo; finalmente, dijo, suspirando, a su mujer: - ¿Qué va a ser de nosotros? ¿Cómo alimentar a los pobres pequeños, puesto que nada nos queda? - Se me ocurre una cosa -respondió ella-. Mañana, de madrugada, nos llevaremos a los niños a lo más espeso del bosque. Les encenderemos un fuego, les daremos un pedacito de pan y luego los dejaremos solos para ir a nuestro trabajo. Como no sabrán encontrar el camino de vuelta, nos libraremos de ellos. - ¡Por Dios, mujer! -replicó el hombre-. Eso no lo hago yo. ¡Cómo voy a cargar sobre mí el abandonar a mis hijos en el bosque! No tardarían en ser destrozados por las fieras. - ¡No seas necio! -exclamó ella-. ¿Quieres, pues, que nos muramos de hambre los cuatro? ¡Ya puedes ponerte a aserrar las tablas de los ataúdes! -. Y no cesó de importunarle hasta que el hombre accedió-. Pero me dan mucha lástima -decía. Los dos hermanitos, a quienes el hambre mantenía siempre desvelados, oyeron lo que su madrastra aconsejaba a su padre. Gretel, entre amargas lágrimas, dijo a Hänsel: - ¡Ahora sí que estamos perdidos! - No llores, Gretel -la consoló el niño-, y no te aflijas, que yo me las arreglaré para salir del paso. Y cuando los viejos estuvieron dormidos, levantóse, púsose la chaquetita y salió a la calle por la puerta trasera. Brillaba una luna esplendoroso y los blancos guijarros que estaban en el suelo delante de la casa, relucían como plata pura. Hänsel los fue recogiendo hasta que no le cupieron más en los bolsillos. De vuelta a su cuarto, dijo a Gretel: - Nada temas, hermanita, y duerme tranquila: Dios no nos abandonará -y se acostó de nuevo. A las primeras luces del día, antes aún de que saliera el sol, la mujer fue a llamar a los niños: - ¡Vamos, holgazanes, levantaos! Hemos de ir al bosque por leña-. Y dando a cada uno un pedacito de pan, les advirtió-: Ahí tenéis esto para mediodía, pero no os lo comáis antes, pues no os daré más. Gretel se puso el pan debajo del delantal, porque Hänsel llevaba los bolsillos llenos de piedras, y emprendieron los cuatro el camino del bosque. Al cabo de un ratito de andar, Hänsel se detenía de cuando en cuando, para volverse a mirar hacia la casa. Dijo el padre: - Hänsel, no te quedes rezagado mirando atrás, ¡atención y piernas vivas! - Es que miro el gatito blanco, que desde el tejado me está diciendo adiós -respondió el niño. Y replicó la mujer: - Tonto, no es el gato, sino el sol de la mañana, que se refleja en la chimenea. Pero lo que estaba haciendo Hänsel no era mirar el gato, sino ir echando blancas piedrecitas, que sacaba del bolsillo, a lo largo del camino. Cuando estuvieron en medio del bosque, dijo el padre: - Recoged ahora leña, pequeños, os encenderé un fuego para que no tengáis frío. Hänsel y Gretel reunieron un buen montón de leña menuda. Prepararon una hoguera, y cuando ya ardió con viva llama, dijo la mujer: - Poneos ahora al lado del fuego, chiquillos, y descansad, mientras nosotros nos vamos por el bosque a cortar leña. Cuando hayamos terminado, vendremos a recogeros. Los dos hermanitos se sentaron junto al fuego, y al mediodía, cada uno se comió su pedacito de pan. Y como oían el ruido de los hachazos, creían que su padre estaba cerca. Pero, en realidad, no era el hacha, sino una rama que él había atado a un árbol seco, y que el viento hacía chocar contra el tronco. Al cabo de mucho rato de estar allí sentados, el cansancio les cerró los ojos, y se quedaron profundamente dormidos. Despertaron, cuando ya era noche cerrada. Gretel se echó a llorar, diciendo: - ¿Cómo saldremos del bosque? Pero Hänsel la consoló: - Espera un poquitín a que brille la luna, que ya encontraremos el camino. Y cuando la luna estuvo alta en el cielo, el niño, cogiendo de la mano a su hermanita, guiose por las guijas, que, brillando como plata batida, le indicaron la ruta. Anduvieron toda la noche, y llegaron a la casa al despuntar el alba. Llamaron a la puerta y les abrió la madrastra, que, al verlos, exclamó: - ¡Diablo de niños! ¿Qué es eso de quedarse tantas horas en el bosque? ¡Creíamos que no queríais volver! El padre, en cambio, se alegró de que hubieran vuelto, pues le remordía la conciencia por haberlos abandonado. Algún tiempo después hubo otra época de miseria en el país, y los niños oyeron una noche cómo la madrastra, estando en la cama, decía a su marido: - Otra vez se ha terminado todo; sólo nos queda media hogaza de pan, y sanseacabó. Tenemos que deshacernos de los niños. Los llevaremos más adentro del bosque para que no puedan encontrar el camino; de otro modo, no hay salvación para nosotros. Al padre le dolía mucho abandonar a los niños, y pensaba: «Mejor harías partiendo con tus hijos el último bocado». Pero la mujer no quiso escuchar sus razones, y lo llenó de reproches e improperios. Quien cede la primera vez, también ha de ceder la segunda; y, así, el hombre no tuvo valor para negarse. Pero los niños estaban aún despiertos y oyeron la conversación. Cuando los viejos se hubieron dormido, levantóse Hänsel con intención de salir a proveerse de guijarros, como la vez anterior; pero no pudo hacerlo, pues la mujer había cerrado la puerta. Dijo, no obstante, a su hermanita, para consolarla: - No llores, Gretel, y duerme tranquila, que Dios Nuestro Señor nos ayudará. A la madrugada siguiente se presentó la mujer a sacarlos de la cama y les dio su pedacito de pan, más pequeño aún que la vez anterior. Camino del bosque, Hänsel iba desmigajando el pan en el bolsillo y, deteniéndose de trecho en trecho, dejaba caer miguitas en el suelo. - Hänsel, ¿por qué te paras a mirar atrás? -preguntóle el padre-. ¡Vamos, no te entretengas! - Estoy mirando mi palomita, que desde el tejado me dice adiós. - ¡Bobo! -intervino la mujer-, no es tu palomita, sino el sol de la mañana, que brilla en la chimenea. Pero Hänsel fue sembrando de migas todo el camino. La madrastra condujo a los niños aún más adentro del bosque, a un lugar en el que nunca había estado. Encendieron una gran hoguera, y la mujer les dijo: - Quedaos aquí, pequeños, y si os cansáis, echad una siestecita. Nosotros vamos por leña; al atardecer, cuando hayamos terminado, volveremos a recogemos. A mediodía, Gretel partió su pan con Hänsel, ya que él había esparcido el suyo por el camino. Luego se quedaron dormidos, sin que nadie se presentara a buscar a los pobrecillos; se despertaron cuando era ya de noche oscura. Hänsel consoló a Gretel diciéndole: - Espera un poco, hermanita, a que salga la luna; entonces veremos las migas de pan que yo he esparcido, y que nos mostrarán el camino de vuelta. Cuando salió la luna, se dispusieron a regresar; pero no encontraron ni una sola miga; se las habían comido los mil pajarillos que volaban por el bosque. Dijo Hänsel a Gretel: - Ya daremos con el camino -pero no lo encontraron. Anduvieron toda la noche y todo el día siguiente, desde la madrugada hasta el atardecer, sin lograr salir del bosque; sufrían además de hambre, pues no habían comido más que unos pocos frutos silvestres, recogidos del suelo. Y como se sentían tan cansados que las piernas se negaban ya a sostenerlos, echáronse al pie de un árbol y se quedaron dormidos.
Y amaneció el día tercero desde que salieron de casa. Reanudaron la marcha, pero cada vez se extraviaban más en el bosque. Si alguien no acudía pronto en su ayuda, estaban condenados a morir de hambre. Pero he aquí que hacia mediodía vieron un hermoso pajarillo, blanco como la nieve, posado en la rama de un árbol; y cantaba tan dulcemente, que se detuvieron a escucharlo. Cuando hubo terminado, abrió sus alas y emprendió el vuelo, y ellos lo siguieron, hasta llegar a una casita, en cuyo tejado se posó; y al acercarse vieron que la casita estaba hecha de pan y cubierta de bizcocho, y las ventanas eran de puro azúcar. - ¡Mira qué bien! -exclamó Hänsel-, aquí podremos sacar el vientre de mal año. Yo comeré un pedacito del tejado; tú, Gretel, puedes probar la ventana, verás cuán dulce es. Se encaramó el niño al tejado y rompió un trocito para probar a qué sabía, mientras su hermanita mordisqueaba en los cristales. Entonces oyeron una voz suave que procedía del interior: «¿Será acaso la ratita la que roe mi casita?» Pero los niños respondieron: «Es el viento, es el viento que sopla violento». Y siguieron comiendo sin desconcertarse. Hänsel, que encontraba el tejado sabrosísimo, desgajó un buen pedazo, y Gretel sacó todo un cristal redondo y se sentó en el suelo, comiendo a dos carrillos. Abrióse entonces la puerta bruscamente, y salió una mujer viejísima, que se apoyaba en una muleta. Los niños se asustaron de tal modo, que soltaron lo que tenían en las manos; pero la vieja, meneando la cabeza, les dijo: - Hola, pequeñines, ¿quién os ha traído? Entrad y quedaos conmigo, no os haré ningún daño. Y, cogiéndolos de la mano, los introdujo en la casita, donde había servida una apetitosa comida: leche con bollos azucarados, manzanas y nueces. Después los llevó a dos camitas con ropas blancas, y Hänsel y Gretel se acostaron en ellas, creyéndose en el cielo. La vieja aparentaba ser muy buena y amable, pero, en realidad, era una bruja malvada que acechaba a los niños para cazarlos, y había construido la casita de pan con el único objeto de atraerlos. Cuando uno caía en su poder, lo mataba, lo guisaba y se lo comía; esto era para ella un gran banquete. Las brujas tienen los ojos rojizos y son muy cortas de vista; pero, en cambio, su olfato es muy fino, como el de los animales, por lo que desde muy lejos ventean la presencia de las personas. Cuando sintió que se acercaban Hänsel y Gretel, dijo para sus adentros, con una risotada maligna: «¡Míos son; éstos no se me escapan!». Levantóse muy de mañana, antes de que los niños se despertasen, y, al verlos descansar tan plácidamente, con aquellas mejillitas tan sonrosadas y coloreadas, murmuró entre dientes: «¡Serán un buen bocado!». Y, agarrando a Hänsel con su mano seca, llevólo a un pequeño establo y lo encerró detrás de una reja. Gritó y protestó el niño con todas sus fuerzas, pero todo fue inútil. Dirigióse entonces a la cama de Gretel y despertó a la pequeña, sacudiéndola rudamente y gritándole: - Levántate, holgazana, ve a buscar agua y guisa algo bueno para tu hermano; lo tengo en el establo y quiero que engorde. Cuando esté bien cebado, me lo comeré. Gretel se echó a llorar amargamente, pero en vano; hubo de cumplir los mandatos de la bruja. Desde entonces a Hänsel le sirvieron comidas exquisitas, mientras Gretel no recibía sino cáscaras de cangrejo. Todas las mañanas bajaba la vieja al establo y decía: - Hänsel, saca el dedo, que quiero saber si estás gordo. Pero Hänsel, en vez del dedo, sacaba un huesecito, y la vieja, que tenía la vista muy mala, pensaba que era realmente el dedo del niño, y todo era extrañarse de que no engordara. Cuando, al cabo de cuatro semanas, vio que Hänsel continuaba tan flaco, perdió la paciencia y no quiso aguardar más tiempo: - Anda, Gretel -dijo a la niña-, a buscar agua, ¡ligera! Esté gordo o flaco tu hermano, mañana me lo comeré. ¡Qué desconsuelo el de la hermanita, cuando venía con el agua, y cómo le corrían las lágrimas por las mejillas! «¡Dios mío, ayúdanos! -rogaba-. ¡Ojalá nos hubiesen devorado las fieras del bosque; por lo menos habríamos muerto juntos!». - ¡Basta de lloriqueos! -gritó la vieja-; de nada han de servirte. Por la madrugada, Gretel hubo de salir a llenar de agua el caldero y encender fuego. - Primero coceremos pan -dijo la bruja-. Ya he calentado el horno y preparado la masa -. Y de un empujón llevó a la pobre niña hasta el horno, de cuya boca salían grandes llamas. Entra a ver si está bastante caliente para meter el pan -mandó la vieja. Su intención era cerrar la puerta del horno cuando la niña estuviese en su interior, asarla y comérsela también. Pero Gretel le adivinó el pensamiento y dijo: - No sé cómo hay que hacerlo; ¿cómo lo haré para entrar? - ¡Habráse visto criatura más tonta! -replicó la bruja-. Bastante grande es la abertura; yo misma podría pasar por ella -y, para demostrárselo, se adelantó y metió la cabeza en la boca del horno. Entonces Gretel, de un empujón, la precipitó en el interior y, cerrando la puerta de hierro, corrió el cerrojo. ¡Allí era de oír la de chillidos que daba la bruja! ¡Qué gritos más pavorosos! Pero la niña echó a correr, y la malvada hechicera hubo de morir quemada miserablemente. Corrió Gretel al establo donde estaba encerrado Hänsel y le abrió la puerta, exclamando: ¡Hänsel, estamos salvados; ya está muerta la bruja! Saltó el niño afuera, como un pájaro al que se le abre la jaula. ¡Qué alegría sintieron los dos, y cómo se arrojaron al cuello uno del otro, y qué de abrazos y besos! Y como ya nada tenían que temer, recorrieron la casa de la bruja, y en todos los rincones encontraron cajas llenas de perlas y piedras preciosas. - ¡Más valen éstas que los guijarros! -exclamó Hänsel, llenándose de ellas los bolsillos. Y dijo Gretel: - También yo quiero llevar algo a casa -y, a su vez, se llenó el delantal de pedrería. - Vámonos ahora -dijo el niño-; debemos salir de este bosque embrujado -. A unas dos horas de andar llegaron a un gran río. - No podremos pasarlo -observó Hänsel-, no veo ni puente ni pasarela. - Ni tampoco hay barquita alguna -añadió Gretel-; pero allí nada un pato blanco, y si se lo pido nos ayudará a pasar el río -. Y gritó: «Patito, buen patito mío Hänsel y Gretel han llegado al río. No hay ningún puente por donde pasar; ¿sobre tu blanca espalda nos quieres llevar?». Acercóse el patito, y el niño se subió en él, invitando a su hermana a hacer lo mismo. - No -replicó Gretel-, sería muy pesado para el patito; vale más que nos lleve uno tras otro. Así lo hizo el buen pato, y cuando ya estuvieron en la orilla opuesta y hubieron caminado otro trecho, el bosque les fue siendo cada vez más familiar, hasta que, al fin, descubrieron a lo lejos la casa de su padre. Echaron entonces a correr, entraron como una tromba y se colgaron del cuello de su padre. El pobre hombre no había tenido una sola hora de reposo desde el día en que abandonara a sus hijos en el bosque; y en cuanto a la madrastra, había muerto. Volcó Gretel su delantal, y todas las perlas y piedras preciosas saltaron por el suelo, mientras Hänsel vaciaba también a puñados sus bolsillos. Se acabaron las penas, y en adelante vivieron los tres felices. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.



LA BELLA DURMIENTE

Hace muchos años, en un reino lejano, una reina dio a luz una hermosa niña.
Para la fiesta del bautizo, los reyes invitaron a todas las hadas del reino pero, desgraciadamente, se olvidaron de invitar a la más malvada.
Aunque no haya sido invitada, la hada maligna se presentó al castillo y, al pasar delante de la cuna de la pequeña, le puso un maleficio diciendo: " Al cumplir los dieciséis años te pincharás con un huso y morirás". Al oír eso, un hada buena que estaba cerca, pronunció un encantamiento a fin de mitigar la terrible condena: "Al pincharse en vez de morir, la muchacha permanecerá dormida durante cien años y sólo el beso de un buen príncipe la despertará."
Pasaron los años y la princesita se convirtió en una muchacha muy hermosa. El rey había ordenado que fuesen destruidos todos los husos del castillo con el fin de evitar que la princesa pudiera pincharse. Pero eso de nada sirvió. Al cumplir los dieciséis años, la princesa acudió a un lugar desconocido del castillo y allí se encontró con una vieja sorda que estaba hilando. La princesa le pidió que le dejara probar. Y ocurrió lo que el hada mala había previsto: la princesa se pinchó con el huso y cayó fulminada al suelo.
Después de variadas tentativas nadie consiguió vencer el maleficio y la princesa fue tendida en una cama llena de flores. Pero el hada buena no se daba por vencida. Tuvo una brillante idea. Si la princesa iba a dormir durante cien años, todos del reino dormirían con ella. Así, cuando la princesa despertarse tendría todos a su alrededor. Y así lo hizo. La varita dorada del hada se alzó y trazó en el aire una espiral mágica. Al instante todos los habitantes del castillo se durmieron. En el castillo todo había enmudecido. Nada se movía, ni el fuego ni el aire. Todos dormidos.
Alrededor del castillo, empezó a crecer un extraño y frondoso bosque que fue ocultando totalmente el castillo en el transcurso del tiempo. Pero al término del siglo, un príncipe, que estaba de caza por allí, llegó hasta sus alrededores. El animal herido, para salvarse de su perseguidor, no halló mejor escondite que la espesura de los zarzales que rodeaban el castillo.
El príncipe descendió de su caballo y, con su espada, intentó abrirse camino. Avanzaba lentamente porque la maraña era muy densa. Descorazonado, estaba a punto de retroceder cuando, al apartar una rama, vio algo... Siguió avanzando hasta llegar al castillo. El puente levadizo estaba bajado. Llevando al caballo sujeto por las riendas, entró, y cuando vio a todos los habitantes tendidos en las escaleras, en los pasillos, en el patio, pensó con horror que estaban muertos. Luego se tranquilizó al comprobar que sólo estaban dormidos. "¡Despertad! ¡Despertad!", chilló una y otra vez, pero fue en vano.
Cada vez más extrañado, se adentró en el castillo hasta llegar a la habitación donde dormía la princesa. Durante mucho rato contempló aquel rostro sereno, lleno de paz y belleza; sintió nacer en su corazón el amor que siempre había esperado en vano. Emocionado, se acercó a ella, tomó la mano de la muchacha y delicadamente la besó... Con aquel beso, de pronto la muchacha se despertó y abrió los ojos, despertando del larguísimo sueño. Al ver frente a sí al príncipe, murmuró: “¡Por fin habéis llegado! En mis sueños acariciaba este momento tanto tiempo esperado". El encantamiento se había roto.
La princesa se levantó y tendió su mano al príncipe. En aquel momento todo el castillo despertó. Todos se levantaron, mirándose sorprendidos y diciéndose qué era lo que había sucedido. Al darse cuenta, corrieron locos de alegría junto a la princesa, más hermosa y feliz que nunca.
Al cabo de unos días, el castillo, hasta entonces inmerso en el silencio, se llenó de musica y de alegres risas con motivo de la boda.



 LA BELLA Y LA BESTIA


Erase una vez... un mercader que, antes de partir para un largo viaje de negocios, llamó a sus tres hijas para preguntarles qué querían que les trajera a cada una como regalo. La primera pidió un vestido de brocado, la segunda un collar de perlas y la tercera, que se llamaba Bella y era la más gentil, le dijo a su padre: "Me bastará una rosa cortada con tus manos." El mercader partió y, una vez ultimados sus asuntos, se dispuso a volver cuando una tormenta le pilló desprevenido. El viento soplaba gélido y su caballo avanzaba fatigosamente. Muerto de cansancio y de frío, el mercader de improviso vio brillar una luz en medio del bosque. A medida que se acercaba a ella, se dio cuenta que estaba llegando a un castillo iluminado. "Confío en que puedan ofrecerme hospitalidad", dijo para sí esperanzado. Pero al llegar junto a la entrada, se dio cuenta de que la puerta estaba entreabierta y, por más que llamó, nadie acudió a recibirlo. Entró decidido y siguió llamando. En el salón principal había una mesa iluminada con dos candelabros y llena de ricos manjares dispuestos para la cena. El mercader, tras meditarlo durante un rato, decidió sentarse a la mesa; con el hambre que tenía consumió en breve tiempo una suculenta cena. Después, todavía intrigado, subió al piso superior. A uno y otro lado de un pasillo larguísimo, asomaban salones y habitaciones maravillosos. En la primera de estas habitaciones chisporroteaba alegremente una lumbre y había una cama mullida que invitaba al descanso. Era tarde y el mercader se dejó tentar; se echó sobre la cama y quedó dormido profundamente. Al despertar por la mañana, una mano desconocida había depositado a su lado una bandeja de plata con una cafetera humeante y fruta. El mercader desayunó y, despues de asearse un poco, bajó para darle las gracias a quien generosamente lo había hospedado. Pero al igual que la noche anterior, no encontró a nadie y, agitando la cabeza ante tan extraña situación, se dirigió al jardín en busca de su caballo que había dejado atado a un árbol, cuando un hermoso rosal atrajo su atención. Se acordó entonces de la promesa hecha a Bella, e inclinándose cortó una rosa. Inesperadamente, de entre la espesura del rosal, apareció una bestia horrenda que iba vestida con un bellísimo atuendo; con voz profunda y terrible le amenazó: " ¡Desagradecido! Te he dado hospitalidad, has comido en mi mesa y dormido en mi cama y, en señal de agradecimiento, ¿vas y robas mis rosas preferidas? ¡Te mataré por tu falta de consideración!" El mercader, aterrorizado, se arrodilló temblando ante la fiera: ¡Perdonarme!¡Perdonarme la vida! Haré lo que me pidas! ¡La rosa era para mi hija Bella, a la que prometí llevársela de mi viaje!" La bestia retiró su garra del desventurado. " Te dejaré marchar con la condición de que me traigas a tu hija." El mercader, asustado, prometió obedecerle y cumplir su orden. Cuando el mercader llegó a casa llorando, fue recibido por sus tres hijas, pero después de haberles contado su terrorífica aventura, Bella lo tranquilizó diciendo: " Padre mio, haré cualquier cosa por ti. No debes preocuparte, podrás mantener tu promesa y salvar así la vida! ¡Acompañarme hasta el castillo y me quedaré en tu lugar!" El padre abrazó a su hija: "Nunca he dudado de tu amor por mí. De momento te doy las gracias por haberme salvado la vida. Esperemos que después..." De esta manera, Bella llegó al castillo y la Bestia la acogió de forma inesperada: fue extrañamente gentil con ella. Bella, que al principio había sentido miedo y horror al ver a la Bestia, poco a poco se dio cuenta de que, a medida que el tiempo transcurría, sentía menos repulsión. Le fue asignada la habitación más bonita del castillo y la muchacha pasaba horas y horas bordando cerca del fuego. La Bestia, sentada cerca de ella, la miraba en silencio durante largas veladas y, al cabo de cierto tiempo empezó a decirles palabras amables, hasta que Bella se apercibió sorprendida de que cada vez le gustaba más su conversación. Los días pasaban y sus confidencias iban en aumento, hasta que un día la Bestia osó pedirle a Bella que fuera su esposa. Bella, de momento sorprendida, no supo qué responder. Pero no deseó ofender a quien había sido tan gentil y, sobre todo, no podía olvidar que fue ella precisamente quien salvó con su sacrificio la vida de su padre. "¡No puedo aceptar!" empezó a decirle la muchacha con voz temblorosa,"Si tanto lo deseas..." "Entiendo, entiendo. No te guardaré rencor por tu negativa." La vida siguió como de costumbre y este incidente no tuvo mayores consecuencias. Hasta que un día la Bestia le regaló a Bella un bonito espejo de mágico poder. Mirándolo, Bella podía ver a lo lejos a sus seres más queridos. Al regalárselo, el monstruo le dijo: "De esta manera tu soledad no será tan penosa". Bella se pasaba horas mirando a sus familiares. Al cabo de un tiempo se sintió inquieta, y un día la Bestia la encontró derramando lágrimas cerca de su espejo mágico. "¿Qué sucede?" quiso saber el monstruo. "¡ Mi padre está muy enfermo, quizá muriéndose! ¡Oh! Desearía tanto poderlo ver por última vez!" "¡Imposible! ¡Nunca dejarás este castillo!" gritó fuera de sí la Bestia, y se fue. Al poco rato volvió y con voz grave le dijo a Bella: "Si me prometes que a los siete días estarás de vuelta, te dejaré marchar para que puedas ver a tu padre." ¡Qué bueno eres conmigo! Has devuelto la felicidad a una hija devota." le agradeció Bella feliz. El padre, que estaba enfermo más que nada por el desasosiego de tener a su hija prisionera de la Bestia en su lugar, cuando la pudo abrazar, de golpe se sintió mejor, y poco a poco se fue recuperando. Los días transcurrían deprisa y el padre finalmente se levantó de la cama curado. Bella era feliz y se olvidó por completo de que los siete días habían pasado desde su promesa. Una noche se despertó sobresaltada por un sueño terrible. Había visto a la Bestia muriéndose, respirando con estertores en su agonía, y llamándola: "¡Vuelve! ¡Vuelve conmigo!" Fuese por mantener la promesa que había hecho, fuese por un extraño e inexplicable afecto que sentía por el monstruo, el caso es que decidió marchar inmediatamente. "¡Corre, corre caballito!" decía mientras fustigaba al corcel por miedo de no llegar a tiempo..Al llegar al castillo subió la escalera y llamó. Nadie respondió; todas las habitaciones estaban vacías. Bajó al jardín con el corazón encogido por un extraño presentimiento. La Bestia estaba allí, reclinada en un árbol, con los ojos cerrados, como muerta. Bella se abalanzó sobre el monstruo abrazándolo: "No te mueras! No te mueras! Me casaré contigo!" Tras esas palabras, aconteció un prodigio: el horrible hocico de la Bestia se convirtió en la figura de un hermoso joven. "¡Cuánto he esperado este momento! Una bruja maléfica me transformó en un monstruo y sólo el amor de una joven que aceptara casarse conmigo, tal cual era, podía devolverme mi apariencia normal. Se celebró la boda, y el joven príncipe quiso que, para conmemorar aquel día, se cultivasen en su honor sólo rosas en el jardín. He aquí porqué todavía hoy aquel castillo se llama "El Castillo de la Rosa".


PETER PAN

En las afueras de la ciudad de Londres, vivían tres hermanos: Wendy, Juan, y Miguel. A Wendy, la mayor, le encantaba contar historias a sus hermanitos. Y casi siempre eran sobre las aventuras de Peter Pan, un amigo que de vez en cuando la visitaba.
Una noche, cuando estaban a punto de se acostaren, una preciosa lucecita entró en la habitación. Y dando saltos de alegría, los niños gritaron: - ¡¡Es Peter Pan y Campanilla!! Después de los saludos, Campanilla echó polvitos mágicos en los tres hermanos y ellos empezaron a volar mientras Peter Pan les decía: - ¡Nos vamos al País de Nunca Jamás! Los cinco niños volaron, volaron, como las cometas por el cielo. Y cuando se encontraban cerca del País de Nunca Jamás, Peter les señaló: - Allí está el barco del temible Capitán Garfio. Y dijo a Campanilla:
- Por favor, Campanilla, lleva a mis amiguitos a un sitio mas abrigado, mientras yo me libro de este pirata pesado.
Pero Campanilla se sentía celosa de las atenciones que Peter tenía para con Wendy. Así que llevó a los niños a la isla y mintió a los Niños Perdidos que Wendy era mala.
Creyendo-se en las palabras del hada, ellos empezaron a decir cosas desagradables a la niña. Menos mal Peter llegó a tiempo para repararles. Y les preguntó:
- ¿Porque tratan mal a mi amiga Wendy? Y ellos contestaron
- Es que Campanilla nos dijo que ella era mala.
Peter Pan se quedó muy enfadado con Campanilla y le pidió explicaciones. Campanilla, colorada y arrepentida, pidió perdón a Peter y a sus amigos por lo que hizo. Pero la aventura en el País de Nunca Jamás solo acababa de empezar.
Peter llevó a sus amiguitos a visitaren la aldea de los indios Sioux. Allí, encontraron al gran jefe muy triste y preocupado. Y después de que Peter Pan le preguntara sobre lo sucedido, el gran jefe le dijo:
- Estoy muy triste porque mí hija Lili salió de casa pela mañana y hasta ahora no la hemos encontrado. Cómo Peter era el que cuidaba de todos en la isla, se comprometió con el Gran Jefe de encontrar a Lili. Con Wendy, Peter Pan buscó a la india por toda la isla hasta que la encontró prisionera del Capitán Garfio, en la playa de las sirenas. Lili estaba amarrada a una roca, mientras Garfio le amenazaba con dejarla allí hasta que la marea subiera, si no le contaba adonde era la casa de Peter Pan. La pequeña india, muy valiente, le contestaba que no iba a decírselo. Lo que ponía furioso al Capitán. Y cuando parecía que nada podía salvarla, de repente oyeron una voz:
- ¡Eh, Capitán Garfio, eres un bacalao, un cobarde!¡A ver si te atreves conmigo! Era Peter pan, que venía rescatar a la hija del Gran jefe indio. Después de liberar a Lili de las cuerdas, Peter empezó a luchar contra Garfio. De pronto, el Capitán empezó a oír el tic-tac que tanto le horrorizaba. Era el cocodrilo que se acercaba dejando a Garfio nervioso. Temblaba tanto que acabó cayéndose al mar. Y jamás se supo nada más del Capitán Garfio.
Peter devolvió a Lili a su aldea y el padre de la niña, muy contento, no sabía cómo dar las gracias a él. Así que preparó una gran fiesta para sus amiguitos, quiénes bailaron y pasaron muy bien.
Pero ya era tarde y los niños tenían que volver a su casa para dormir. Peter Pan y Campanilla os acompañaron en el viaje de vuelta. Y al despedirse, Peter les dijo:
- Aunque crezcáis, no perdáis nunca vuestra fantasía ni vuestra imaginación. Volveré para llevaros a una nueva aventura. ¡Adiós amigos!
- ¡Hasta luego Peter Pan! gritaron los niños mientras se metían debajo de la mantita porque hacía muchísimo frío.


PINOCHO

Hace mucho tiempo, un carpintero llamado Gepeto, como se sentía
muy solo, cogió de su taller un trozo de madera y construyó un
muñeco llamado Pinocho.
–¡Qué bien me ha quedado! –exclamó–. Lástima que no tenga
vida. Cómo me gustaría que mi Pinocho fuese un niño de verdad.
Tanto lo deseaba que un hada fue hasta allí y con su varita dio
vida al muñeco.
–¡Hola, padre! saludo Pinocho.
–¡Eh! ¿Quién habla? –gritó Gepeto mirando a todas partes.
–Soy yo, Pinocho. ¿Es que ya no me conoces?
–¡Parece que estoy soñando! ¡Por fin tengo un hijo!
Gepeto pensó que aunque su hijo era de madera tenía que ir al
colegio. Pero no tenía dinero, así que decidió vender su abrigo para
comprar los libros.
Salía Pinocho con los libros en la mano para ir al colegio y pensaba:
–Ya sé, estudiaré mucho para tener un buen trabajo y ganar dinero,
y con ese dinero compraré un buen abrigo a Gepeto.
De camino, pasó por la plaza del pueblo y oyó:
–¡Entren, señores y señoras! ¡Vean nuestro teatro de títeres!
Era un teatro de muñecos como él y se puso tan contento que
bailó con ellos. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no tenían
vida y bailaban movidos por unos hilos que llevaban atados a las manos
y los pies.
–¡Bravo, bravo! –gritaba la gente al ver a Pinocho bailar sin hilos.
–¿Quieres formar parte de nuestro teatro? –le dijo el dueño del
teatro al acabar la función.
–No porque tengo que ir al colegio.
–Pues entonces, toma estas monedas por lo bien que has bailado
–le dijo un señor.
Pinocho siguió muy contento hacia el cole, cuando de pronto:
–¡Vaya, vaya! ¿Dónde vas tan deprisa, jovencito? –dijo un gato muy
mentiroso que se encontró en el camino.
–Voy a comprar un abrigo a mi padre con este dinero.
–¡Oh, vamos! –exclamó el zorro que iba con el gato–. Eso es poco
dinero para un buen abrigo. ¿No te gustaría tener más?
–Sí, pero ¿cómo? –contestó Pinocho.
–Es fácil –dijo el gato–. Si entierras tus monedas en el Campo de
los Milagros crecerá una planta que te dará dinero.
–¿Y dónde está ese campo?
recursos
–Nosotros te llevaremos –dijo el zorro.
Así, con mentiras, los bandidos llevaron a Pinocho a un lugar
lejos de la ciudad, le robaron las monedas y le ataron a un árbol.
Gritó y gritó pero nadie le oyó, tan sólo el Hada Azul.
–¿Dónde perdiste las monedas?
–Al cruzar el río –dijo Pinocho mientras le crecía la nariz.
Se dio cuenta de que había mentido y, al ver su nariz, se puso a
llorar.
–Esta vez tu nariz volverá a ser como antes, pero te crecerá si
vuelves a mentir –dijo el Hada Azul.
Así, Pinocho se fue a la ciudad y se encontró con unos niños que
reían y saltaban muy contentos.
–¿Qué es lo que pasa? –preguntó.
–Nos vamos de viaje a la Isla de la Diversión, donde todos los
días son fiesta y no hay colegios ni profesores. ¿Te quieres venir?
–¡Venga, vamos!
Entonces, apareció el Hada Azul.
–¿No me prometiste ir al colegio? –preguntó.
–Sí –mintió Pinocho–, ya he estado allí.
Y, de repente, empezaron a crecerle unas orejas de burro. Pinocho
se dio cuenta de que le habían crecido por mentir y se arrepintió
de verdad. Se fue al colegio y luego a casa, pero Gepeto había ido
a buscarle a la playa con tan mala suerte que, al meterse en el agua,
se lo había tragado una ballena.
–¡Iré a salvarle! –exclamó Pinocho.
Se fue a la playa y esperó a que se lo tragara la ballena. Dentro
vio a Gepeto, que le abrazó muy fuerte.
–Tendremos que salir de aquí, así que encenderemos un fuego
para que la ballena abra la boca.
Así lo hicieron y salieron nadando muy deprisa hacia la orilla. El
papá del muñeco no paraba de abrazarle. De repente, apareció el
Hada Azul, que convirtió el sueño de Gepeto en realidad, ya que tocó
a Pinocho y lo convirtió en un niño de verdad.


PULGARCITO

Había una vez un pobre campesino. Una noche se encontraba sentado, atizando el fuego, y su esposa hilaba sentada junto a él, a la vez que lamentaban el hallarse en un hogar sin niños.
—¡Qué triste es que no tengamos hijos! —dijo él—. En esta casa siempre hay silencio, mientras que en los demás hogares todo es alegría y bullicio de criaturas.
—¡Es verdad! —contestó la mujer suspirando—.Si por lo menos tuviéramos uno, aunque fuera muy pequeño y no mayor que el pulgar, seríamos felices y lo amaríamos con todo el corazón.
Y ocurrió que el deseo se cumplió.
Resultó que al poco tiempo la mujer se sintió enferma y, después de siete meses, trajo al mundo un niño bien proporcionado en todo, pero no más grande que un dedo pulgar.
—Es tal como lo habíamos deseado —dijo—. Va a ser nuestro querido hijo, nuestro pequeño.
Y debido a su tamaño lo llamaron Pulgarcito. No le escatimaban la comida, pero el niño no crecía y se quedó tal como era cuando nació. Sin embargo, tenía ojos muy vivos y pronto dio muestras de ser muy inteligente, logrando todo lo que se proponía.
Un día, el campesino se aprestaba a ir al bosque a cortar leña.
—Ojalá tuviera a alguien para conducir la carreta —dijo en voz baja.
—¡Oh, padre! —exclamó Pulgarcito— ¡yo me haré cargo! ¡Cuenta conmigo! La carreta llegará a tiempo al bosque.
El hombre se echó a reír y dijo:
—¿Cómo podría ser eso? Eres muy pequeño para conducir el caballo con las riendas.
—¡Eso no importa, padre! Tan pronto como mi madre lo enganche, yo me pondré en la oreja del caballo y le gritaré por dónde debe ir.
—¡Está bien! —contestó el padre, probaremos una vez.
Cuando llegó la hora, la madre enganchó la carreta y colocó a Pulgarcito en la oreja del caballo, donde el pequeño se puso a gritarle por dónde debía ir, tan pronto con “¡Hejjj!”, como un “¡Arre!”. Todo fue tan bien como con un conductor y la carreta fue derecho hasta el bosque. Sucedió que, justo en el momento que rodeaba un matorral y que el pequeño iba gritando “¡Arre! ¡Arre!” , dos extraños pasaban por ahí.
—¡Cómo es eso! —dijo uno— ¿Qué es lo que pasa? La carreta rueda, alguien conduce el caballo y sin embargo no se ve a nadie.
—Todo es muy extraño —asintió el otro—. Seguiremos la carreta para ver en dónde se para.
La carreta se internó en pleno bosque y llegó justo al sitio sonde estaba la leña cortada. Cuando Pulgarcito divisó a su padre, le gritó:
—Ya ves, padre, ya llegué con la carreta. Ahora, bájame del caballo.
El padre tomó las riendas con la mano izquierda y con la derecha sacó a su hijo de la oreja del caballo, quien feliz se sentó sobre una brizna de hierba. Cuando los dos extraños divisaron a Pulgarcito quedaron tan sorprendidos que no supieron qué decir. Uno y otro se escondieron y se dijeron entre ellos:
—Oye, ese pequeño valiente bien podría hacer nuestra fortuna si lo exhibimos en la ciudad a cambio de dinero. Debemos comprarlo.
Se dirigieron al campesino y le dijeron:
—Véndenos ese hombrecito; estará muy bien con nosotros.
—No —respondió el padre— es mi hijo querido y no lo vendería por todo el oro del mundo.
Pero al oír esta propuesta, Pulgarcito se trepó por los pliegues de las ropas de su padre, se colocó sobre su hombro y le dijo al oído:
—Padre, véndeme; sabré cómo regresar a casa.
Entonces, el padre lo entregó a los dos hombres a cambio de una buena cantidad de dinero.
—¿En dónde quieres sentarte? —le preguntaron.
—¡Ah!, pónganme sobre el ala de su sombrero; ahí podré pasearme a lo largo y a lo ancho, disfrutando del paisaje y no me caeré.
Cumplieron su deseo, y cuando Pulgarcito se hubo despedido de su padre se pusieron todos en camino. Viajaron hasta que anocheció y Pulgarcito dijo entonces:
—Bájenme al suelo, tengo necesidad.
—No, quédate ahí arriba —le contestó el que lo llevaba en su cabeza—. No me importa. Las aves también me dejan caer a menudo algo encima.
—No —respondió Pulgarcito—, sé lo que les conviene. Bájenme rápido.
El hombre tomó de su sombrero a Pulgarcito y lo posó en un campo al borde del camino. Por un momento dio saltitos entre los terrones de tierra y, de repente, enfiló hacia un agujero de ratón que había localizado.
—¡Buenas noches, señores, sigan sin mí! —les gritó en tono burlón.
Acudieron prontamente y rebuscaron con sus bastones en la madriguera del ratón, pero su esfuerzo fue inútil. Pulgarcito se introducía cada vez más profundo y como la oscuridad no tardó en hacerse total, se vieron obligados a regresar, burlados y con la bolsa vacía. Cuando Pulgarcito se dio cuenta de que se habían marchado, salió de su escondite.
“Es peligroso atravesar estos campos de noche, cuando más peligros acechan”, pensó, “se puede uno fácilmente caer o lastimar”.
Felizmente, encontró una concha vacía de caracol.
—¡Gracias a Dios! —exclamó—, ahí dentro podré pasar la noche con tranquilidad; y ahí se introdujo. Un momento después, cuando estaba a punto de dormirse, oyó pasar a dos hombres, uno de ellos decía:
—¿Cómo haremos para robarle al cura adinerado todo su oro y su dinero?
—¡Yo bien podría decírtelo! —se puso a gritar Pulgarcito.
—¿Qué es esto? —dijo uno de los espantados ladrones, he oído hablar a alguien.
Pararon para escuchar y Pulgarcito insistió:
—Llévenme con ustedes, yo los ayudaré.
—¿En dónde estás?
—Busquen aquí, en el piso; fíjense de dónde viene la voz —contestó.
Por fin los ladrones lo encontraron y lo alzaron.
—A ver, pequeño valiente, ¿cómo pretendes ayudarnos?
—¡Eh!, yo me deslizaré entre los barrotes de la ventana de la habitación del cura y les iré pasando todo cuanto quieran.
—¡Está bien! Veremos qué sabes hacer.
Cuando llegaron a la casa, Pulgarcito se deslizó en la habitación y se puso a gritar con todas sus fuerzas.
—¿Quieren todo lo que hay aquí?
Los ladrones se estremecieron y le dijeron:
—Baja la voz para no despertar a nadie.
Pero Pulgarcito hizo como si no entendiera y continuó gritando:
—¿Qué quieren? ¿Les hace falta todo lo que aquí?
La cocinera, quien dormía en la habitación de al lado, oyó estos gritos, se irguió en su cama y escuchó, pero los ladrones asustados se habían alejado un poco. Por fin recobraron el valor diciéndose:
—Ese hombrecito quiere burlarse de nosotros.
Regresaron y le cuchichearon:
—Vamos, nada de bromas y pásanos alguna cosa.
Entonces, Pulgarcito se puso a gritar con todas sus fuerzas:
—Sí, quiero darles todo: introduzcan sus manos.
La cocinera, que ahora sí oyó perfectamente, saltó de su cama y se acercó ruidosamente a la puerta. Los ladrones, atemorizados, huyeron como si llevasen el diablo tras de sí, y la criada, que no distinguía nada, fue a encender una vela. Cuando volvió, Pulgarcito, sin ser descubierto, se había escondido en el granero. La sirvienta, después de haber inspeccionado en todos los rincones y no encontrar nada, acabó por volver a su cama y supuso que había soñado con ojos y orejas abiertos. Pulgarcito había trepado por la paja y en ella encontró un buen lugarcito para dormir. Quería descansar ahí hasta que amaneciera y después volver con sus padres, pero aún le faltaba ver otras cosas, antes de poder estar feliz en su hogar.
Como de costumbre, la criada se levantó al despuntar el día para darles de comer a los animales. Fue primero al granero, y de ahí tomó una brazada de paja, justamente de la pila en donde Pulgarcito estaba dormido. Dormía tan profundamente que no se dio cuenta de nada y no despertó hasta que estuvo en la boca de la vaca que había tragado la paja.
—¡Dios mío! —exclamó—. ¿Cómo pude caer en este molino triturador?
Pronto comprendió en dónde se encontraba. Tuvo buen cuidado de no aventurarse entre los dientes, que lo hubieran aplastado; mas no pudo evitar resbalar hasta el estómago.
—He aquí una pequeña habitación a la que se omitió ponerle ventanas —se dijo—Y no entra el sol y tampoco es fácil procurarse una luz.
Esta morada no le gustaba nada, y lo peor era que continuamente entraba más paja por la puerta y que el espacio iba reduciéndose más y más. Entonces, angustiado, decidió gritar con todas sus fuerzas:
—¡Ya no me envíen más paja! ¡Ya no me envíen más paja!
La criada estaba ordeñando a la vaca y cuando oyó hablar sin ver a nadie, reconoció que era la misma voz que había escuchado por la noche, y se sobresaltó tanto que resbaló de su taburete y derramó toda la leche.
Corrió a toda prisa donde se encontraba el amo y él gritó:
—¡Ay, Dios mío! ¡Señor cura, la vaca ha hablado!
—¡Está loca! —respondió el cura, quien se dirigió al establo a ver de qué se trataba.
Apenas cruzó el umbral cuando Pulgarcito se puso a gritar de nuevo:
—¡Ya no me enviéis más paja! ¡Ya no me enviéis más paja!
Ante esto, el mismo cura tuvo miedo, suponiendo que era obra del diablo y ordenó que se matara a la vaca. Entonces se sacrificó a la vaca; solamente el estómago, donde estaba encerrado Pulgarcito, fue arrojado al estercolero. Pulgarcito intentó por todos los medios salir de ahí, pero en el instante en que empezaba a sacar la cabeza, le aconteció una nueva desgracia.
Un lobo hambriento, que acertó a pasar por ahí, se tragó el estómago de un solo bocado. Pulgarcito no perdió ánimo. “Quizá encuentre un medio de ponerme de acuerdo con el lobo”, pensaba. Y, desde el fondo de su panza, su puso a gritarle:
—¡Querido lobo, yo sé de un festín que te vendría mucho mejor!
—¿Dónde hay que ir a buscarlo? —contestó el lobo.
—En tal y tal casa. No tienes más que entrar por la trampilla de la cocina y ahí encontrarás pastel, tocino, salchichas, tanto como tú desees comer.
Y le describió minuciosamente la casa de sus padres.
El lobo no necesitó que se lo dijeran dos veces. Por la noche entró por la trampilla de la cocina y, en la despensa, disfrutó todo con enorme placer. Cuando estuvo harto, quiso salir, pero había engordado tanto que ya no podía usar el mismo camino. Pulgarcito, que ya contaba con que eso pasaría, comenzó a hacer un enorme escándalo dentro del vientre del lobo.
—¡Te quieres estar quieto! —le dijo el lobo—. Vas a despertar a todo el mundo.
—¡Tanto peor para ti! —contestó el pequeño—. ¿No has disfrutado ya? Yo también quiero divertirme.
Y se puso de nuevo a gritar con todas sus fuerzas. A fuerza de gritar, despertó a su padre y a su madre, quienes corrieron hacia la habitación y miraron por las rendijas de la puerta. Cuando vieron al lobo, el hombre corrió a buscar el hacha y la mujer la hoz.
—Quédate detrás de mí —dijo el hombre cuando entraron en el cuarto—. Cuando le haya dado un golpe, si acaso no ha muerto, le pegarás con la hoz y le desgarrarás el cuerpo.
Cuando Pulgarcito oyó la voz de su padre, gritó:
—¡Querido padre, estoy aquí; aquí, en la barriga del lobo!
—¡Al fin! —dijo el padre—.¡Ya ha aparecido nuestro querido hijo!
Le indicó a su mujer que soltara la hoz, por temor a lastimar a Pulgarcito. Entonces, se adelantó y le dio al lobo un golpe tan violento en la cabeza que éste cayó muerto. Después fueron a buscar un cuchillo y unas tijeras, le abrieron el vientre y sacaron al pequeño.
—¡Qué suerte! —dijo el padre—. ¡Qué preocupados estábamos por ti!
—¡Si, padre, he vivido mil desventuras. ¡Por fin, puedo respirar el aire libre!
—Pues, ¿dónde te metiste?
—¡Ay, padre!, he estado en la madriguera de un ratón, en el vientre de una vaca y dentro de la panza de un lobo. Ahora, me quedaré a vuestro lado.
—Y nosotros no te volveríamos a vender, aunque nos diesen todos los tesoros del mundo.
Abrazaron y besaron con mucha ternura a su querido Pulgarcito, le sirvieron de comer y de beber, y lo bañaron y le pusieron ropas nuevas, pues las que llevaba mostraban los rastros de las peripecias de su accidentado viaje.
































































                                                                            







                     

































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